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Efeméride común de la fadista Amália Rodrigues y San Josemaría

21 de Octubre del 2019 - Ángel García Prieto

El 6 de octubre es una fecha significativa y coincidente para Amália Rodrigues y San Josemaría Escrivá. En ese día del año 1999 falleció en Lisboa la gran fadista admirada y seguida por portugueses y amantes del fado a lo ancho del mundo y a lo largo de décadas. Y en esa misma fecha del año 2002, fue canonizado en la plaza de San Pedro de Roma el sacerdote español San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, institución de la Iglesia que predica la santificación del trabajo y de las actividades ordinarias del cristiano corriente. A él le gustaban los fados de Amália y ella le tuvo por intercesor en el cielo.

Los dos llegaron a tenerse conocimiento, respeto y cariño mutuo, sin que se hubiesen visto personalmente, hecho que pude conocer a través de un artículo del lisboeta “Jornal de Notícias”, escrito por Hugo de Acevedo, biógrafo del santo, en el que dice: “En 1992, cuando Amália, sabe, por un artículo de D. Alberto Cosme de Amaral, entonces obispo de Leiría-Fátima, que el fallecido fundador del Opus Dei apreciaba su voz y hablara de ella con afecto, se conmovió y no se resistió acudir a una misa en honor del ya beato Josemaría Escrivá, que tuvo lugar en Fátima el 4 de julio de 1992. Y tras la ceremonia se dirige a D. Alberto de Amaral para preguntarle los pormenores de aquella conversación. Este le manifiesta que en Roma, en una visita que hizo a Josemaría Escrivá, este pidió a un colaborador que pusiese un disco de Amália para que D. Alberto pudiera “matar saudades”, y después de oír el fado con satisfacción dijo: “¡Qué bonita voz tiene esta mujer! Tenemos que rezar por ella”.

En ese interés por los fados de Amália no sé si San Josemaría valoraba más el gusto por la música y el canto o el cariño por Portugal y por los portugueses, que ya había manifestado en tantas ocasiones. Le gustaban los cantos litúrgicos en las ceremonias religiosas, pero también la música popular y las canciones “de amor humano” –decía– que a veces como le servían para hacer oración. Y por eso parece lógica su emoción también por los fados de Amália. Sentimiento que se reflejó en el espejo de lo trascendente, frente a la Amália también conmovida cuando se entera, en esa conversación que hemos citado, que tenía ya en el cielo un admirador y un intercesor.

En aquella charla entre D. Alberto, Amália y otras personas se aclaró una duda que le planteó la célebre fadista, al manifestar haber oído decir que era propio del hombre ser cruel. Don Alberto le contestó que de ninguna manera, pues todos los hombres somos hijos de Dios y que precisamente había oído decir al propio San Josemaría que si Dios se hizo hombre era para que lo amáramos humanamente. Y “solo podemos ser divinos si somos muy humanos”, reafirmó citando una frase textual muy repetida por el santo en su predicación.

“Es una petite histoire, pero revela bien la fina sensibilidad de la gran fadista, su clara simplicidad y su profunda humanidad”, terminaba diciendo el artículo del “Jornal de Notícias” de Hugo de Acevedo.

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