Me duele España

6 de Noviembre del 2019 - José Luis López Tamargo (Oviedo)

Los españoles hemos recorrido un largo camino hasta la democracia garantista, los derechos humanos y las libertades sociales. Que no nos vengan con cuentos, puede haber nostalgia en unos y otros, pero la realidad franquista, sobre todo en sus inicios, no era deseable para nadie: una sociedad fundada en el terror a salirse del guion dictatorial unanimista y pacato, en un ambiente de hambre y piojos para las clases populares que, derrotadas, hubieron de empezar de cero. Es verdad palmaria que con el caudillismo franquista España se industrializó a parchazos y desigualmente, se formó una clase media que gustaba del “Dúo Dinámico”, “Los Brincos” y los “Beatles”, “La yenka” y los guateques; desde el subdesarrollo y el autoritarismo se fue evolucionando. Que no fueron todo fosas comunes y tristezas, pero pesaban el cainismo, mentalidades de supervivencia y miedo. Quedan sectores con bastante de franquismo sociológico, pero hay que respetar de veras las intrahistorias familiares. Es horrible la teoría de los “enemigos interiores” y la falta de unión básica, solidaridad y fraternidad sencilla entre los españoles de buena voluntad. Se debe tener de referente la Transición, tener algún objetivo y prestigio en alza en el mundo y en Europa. Vuelven los peores fantasmas del pasado y nos acercamos al concepto de país fallido, aunque casi todas las sociedades avanzadas contemporáneas presentan batallas campales urbanas de “chalecos amarillos” y disturbios de “banlieues”, revueltas raciales, días de la “furia” desatada, actuaciones de gente antisistema. Detrás de Vox y el independentismo catalán están los anhelos casi totalitarios de un nacionalismo épico, dotador de sentido. Gestual política de emociones exacerbadas y maniqueísmo fanatizado. Hemos logrado en España un Estado social y democrático de derecho ejemplar, claras mejoras y una realidad de coexistencia pacífica que era difícilmente imaginable, un mundo de oportunidades y cultura abierta, unas libertades occidentales y un sistema solidario intergeneracional para todos. No podemos volver atrás. Escribo tan solo para recordar que la democracia es moderación y libertad, comporta cierto escepticismo y relativismo, consensos y paz, valores de concordia y de respeto total por el individuo y los grupos en que se integra, promoviéndose el diálogo y la igualdad. El ser humano es limitado en su bondad y no es un ángel. La democracia sigue siendo el mejor sistema y eso supone aceptar que nadie tiene la razón en exclusiva, que es mucho mejor no matarnos entre nosotros, que hay que ceder a veces en aras del bien común y las alturas de miras. No por mucho vociferar se arreglan las cosas. Si la ilusión colectiva de España para el futuro es el discurso de buscar culpables y señalar enemigos desde extremismos o la idealización retro de la Segunda República, apaga y vámonos. Somos algo más que guerracivilismo y nacionalismos separatistas sembrando el caos. Creía que habíamos aprendido la lección con creces.

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