La Nueva España » Cartas de los lectores » Tribuna » Leandro, enganchado a su móvil

Leandro, enganchado a su móvil

3 de Febrero del 2020 - José Antonio Flórez Lozano

Estamos en la era digital y, por tanto, los dispositivos digitales van desplazando las auténticas necesidades de comunicación y de interacción del ser humano que estructuran el grupo familiar. Ciertamente, la irrupción implosiva de las nuevas tecnologías, el relativismo y la caducidad de los principios sitúan al hombre ante un caos generalizado, succionado por la jungla burocrática. Me comenta Leandro que el uso de los móviles se ha generalizado de tal suerte que se han constituido en prótesis auditivas, como auténticos audífonos, de las que no podemos prescindir. Y continúa diciendo: observa a tu alrededor cuántas personas caminan por la calle mirando su móvil, desafiando todo tipo de obstáculos: personas, farolas, semáforos, sacando fotos, haciendo al mismo tiempo selfies y publicando en las redes sociales. Sin duda, bajo la tiranía y el secuestro del nihilismo ya no existe virtud ni moral alguna aceptable y, así, la persona deja de ser el principio real del pensamiento. Y como nos encontramos sin raíces psicoafectivas, en ese páramo devastador encuentran su abono eficiente las nuevas tecnologías. Muchas personas están enganchadas al móvil, la TV, el ordenador y la videoconsola, sin ser conscientes de los miedos que nos bloquean. Como decía Platón, la “caverna” es el mundo que nos hemos montado. Hoy día, niños, jóvenes y adultos son adictos a su móvil o a internet, padecen “conectividad mórbida” y presentan una cascada de síntomas que ponen en riesgo su salud integral: aislamiento, irritabilidad, ansiedad, descenso del rendimiento cognitivo, trastornos del sueño, inhibición del control emocional, pensamientos obsesivos, etcétera. Leandro vive por y para el móvil, ignorando la persona, el pensamiento y los auténticos sentimientos. Y confunde la vida real con lo que se ve online. Leandro no soporta estar sin el móvil; considera que le falta un apéndice esencial de sí mismo y surge con intensidad la intranquilidad, el malestar, la irritabilidad y la ansiedad, como una especie de síndrome obsesivo. Sin embargo, la felicidad que no encuentra en las redes consiste en salir de la caverna y ayudar a salir a los otros. Asimismo, mucha gente, como Leandro, está pendiente del sonido de las notificaciones, no de la persona. Son los dispositivos técnicos que nos aíslan y nos atrapan como una mosca en una telaraña, los que empobrecen relaciones familiares y sociales, los que nos aíslan de la comunicación y de la realidad.

SOCIEDAD ULTRACONECTADA

Sin duda, la ciencia y la tecnología resuelven un montón de problemas, especialmente en el ámbito clínico y sanitario, pero no producen vivencias o experiencias llenas de sentido para una vida profunda, humana y con un sentido trascendental. Inequívocamente, la irrupción de las nuevas tecnologías supone un impacto en nuestra mente y cerebro. La comunicación instantánea ha laminado nuestra capacidad para mantener una atención profunda y prolongada; por el contrario, estamos pendientes de timbres, sonidos y lucecitas y siempre listos para contestar, localizados por cualquier parte del mundo y, además, con el pánico silente de perder el cordón umbilical que nos mantiene conectados a ese mundo virtual y fantástico tan alejado de la realidad humana. En fin, en una sociedad ultraconectada nos sentimos más solos que nunca; de ahí el hambre de comunicación. Todos sentimos profundamente esa necesidad imperiosa de comunicación y escucha que ahora tanto escasea. Escucho a Leandro: "¡Tengo mucha prisa! ¡Hablamos mañana!". Pero mañana tal vez sea demasiado tarde. Y es que el cariño, el amor y los móviles son algo así como el agua y el aceite. Las tertulias y conversaciones de amigos han sido sustituidas por el protagonismo de los móviles, por el wasapeo y por el tintineo continuo de los mensajes que se escucha en los lugares más inusitados (hasta en misa). ¡No se puede tener una conversación tranquila sin ser interrumpidos! Perdona, ¿qué te estaba diciendo? ¿Y qué supone tener un amigo en Facebook? ¿Existe un vínculo real? ¿Es el lugar perfecto para construir nuestra identidad y crecimiento personal? Por supuesto que no; simplemente, satisfacemos en el perfil nuestra necesidad imperiosa de pertenencia a un grupo (sin ello, estamos abocados a la nihilidad) y ahí tratamos de encontrar un ápice de significado en nuestra existencia, de notoriedad, de vencer los silencios profundos, pero no encontramos la felicidad que tratamos de conseguir.

EL BLOQUEO AFECTIVO

Las redes sociales, como Facebook, pueden ser un fármaco tranquilizador pasajero para individuos tímidos, inhibidos, inseguros, ambiciosos y arrogantes. Asimismo, se utiliza a grandes dosis como un medicamento antidepresivo (es el único recurso) poderoso para los más melancólicos, tristes, fracasados y distímicos. Las redes sociales también te pueden empujar fácilmente a incrementar el consumo de alcohol y de otras sustancias adictivas; tal vez para conseguir lo inalcanzable, es decir, la felicidad que no encontramos en el mundo de la tecnología, sino en el interior de uno mismo. Por ello, los teléfonos móviles han entrado con furor en el interior de las familias y las conexiones sin límite a internet bloquean las interacciones afectivas de todos los miembros, llegando a producir graves disfunciones y desequilibrios familiares. Los padres no saben qué hacer con esa necesidad imperiosa de sus hijos. Muchas personas, como Leandro, que no se pueden conectar reaccionan con enojo, hostilidad, mal humor, ansiedad y frustración cuando falla la conexión. Surgen las nuevas patologías mentales y afectivas, es decir, sujetos neuróticos adictos a internet y a la tecnología digital con diversas respuestas inadaptativas que incluyen ira, pánico y depresión. También se perjudica notoriamente la productividad laboral. Las personas más dependientes de la tecnología digital tienen más probabilidad de un perfil neurótico que intensifica la respuesta al estrés, las alteraciones cardiovasculares y, probablemente, la resistencia del sistema inmune. En fin, estar constantemente conectados nos lleva a vivir en estado de alerta, lo que implica cambios en los trazados electroencefalográficos, en la dinámica de los neurotransmisores y bloqueo de las hormonas de la felicidad, lo cual explica que las personas atrapadas lo sigan utilizando sin solución de continuidad. Empero nuestro cerebro saludable está hecho para el pensamiento, la profundidad y la lentitud observadora, reflexiva y recuperadora. Sin una profunda atención, se diluyen las relaciones humanas, la afectividad, la empatía y el amor y, por supuesto, se disparan los errores que, a su vez, potencian los fallos y accidentes traumáticos de todo tipo. La comunicación, no el móvil, es el medicamento esencial para la felicidad, reconoce nuestro protagonista Leandro. Nuestro cerebro tiene hambre de comunicación, de afectividad, de caras risueñas, de ojos compasivos y alegres. Las nuevas tecnologías conducen a un debilitamiento de las relaciones familiares, sociales y laborales y, en consecuencia, generan incertidumbre, soledad, ansiedad y, en última instancia, enfermedad. Por el contrario, conversar agradablemente es insuflar endorfinas a nuestro cerebro frontal y actúa también como un potente antidepresivo y euforizante. Debieran existir lugares en los que se lea: ¡Prohibido usar móviles!

Cartas

Número de cartas: 45573

Número de cartas en Julio: 34

Tribunas

Número de tribunas: 2069

Número de tribunas en Julio: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador