Evolución democrática
Últimamente en los medios de comunicación se pueden leer y escuchar numerosas opiniones respecto a la calidad de la transición política española, que tras cuatro décadas de régimen dictatorial dio paso a la actual Monarquía parlamentaria. Obviamente, afirmar que fue modélica siempre será una cuestión discutible, pues cualquier acuerdo o negociación en el orden político y social es susceptible de mejoras, pero ¿es correcto o apropiado asegurar que fue un fiasco?
Es de suponer que los representantes políticos democráticos y progresistas que protagonizaron aquel complejo proceso deseaban un resultado distinto, aunque también eran conscientes de los límites existentes, estaban secuestrados por las delicadas circunstancias del momento.
Respetando las legítimas críticas vertidas hacia aquella etapa y la posterior evolución democrática, la realidad es que nuestro País ha experimentado un progreso notable en derechos y libertades que, con mayor o menor acierto, hemos elegido y forjado entre todos.
Por supuesto, el recorrido para alcanzar una sociedad más justa y equitativa aún es largo y no exento de dificultades pero, sin duda alguna, la forma más eficiente e inteligente es continuar avanzando como hemos hecho durante los últimos 32 años: acordando y discrepando desde un clima de paz y respeto; a ser posible, con más educación y cortesía.
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