Carlos Blanco, cantante, artista, hombre
Hace algún tiempo que quería rendirle un merecido homenaje a Carlos Blanco con una dedicatoria personal y quería hacerlo en vida. Circunstancias imprevistas lo fueron atrasando y hoy lo hago cuando ya Carlos no está entre nosotros. Falleció aquí, en Gijón, el pasado viernes, 8 de noviembre, a los 75 años de edad, y parece ser con su propio expreso deseo de hacerlo en la más estricta intimidad.
A Carlos se le puede aplicar bien lo de "nadie es profeta en su tierra" porque realmente ha sido así. En Asturias ha trabajado más bien poco. Él mismo lo reconocía, puede que con cierta pena, pero orgulloso de haber triunfado en España y fuera de España.
Nació en la cuenca minera asturiana, en Sama, y muy joven comenzó a trabajar en el mundo del espectáculo, eso que tan rimbombante suena. Un día, actuando en la sala de fiestas Manila de Candás con la orquesta de su familia alguien del Teatro Argentino se fijó en Carlos y le fichó para su espectáculo. Tenía 12 años y comenzó a recorrer mundo. Le acompañaba su querida madre.
A los jóvenes hay que explicarles que en aquel tiempo (1950-60) había teatros portátiles que, al igual que los circos, plazas de toros y otras atracciones de ferias, recorrían los pueblos de España. A diferencia del "Viaje a Ninguna Parte", de Fernando Fernán Gómez, cuya compañía de teatro actuaba en casinos o bares del pueblo, los teatros ambulantes disponían de unas instalaciones propias que trasladaban de un pueblo a otro. Dentro del teatro de revista musical y espectáculo de variedades, Carlos cantaba principalmente coplas y también imitaba bastante bien a cantantes de moda en aquella época. El "Yo soy aquel" lo bordaba, incluso el movimiento de chaqueta que hacía Raphael en el escenario. Unos años más tarde dejó el Teatro Argentino y se unió al famoso Teatro Chino de Manolita Chen, el cabaret de los pobres.
De pequeño le había visto actuar en la sala Gong de Villalegre (Avilés), donde vivió un tiempo con su madre. Tomé contacto más personal durante la época en la que actuaba en la discoteca El Alba de Cimadevilla, en Gijón. Fueron varios años de vernos muchos viernes, en la década de los noventa. Su madre aún le solía acompañar cada noche. De vez en cuando me permitía mal cantar el estribillo de "María de la O". Le tomé cierto aprecio como persona, un tanto extrovertido, pero muy sensible y de buen corazón. Se sentía algo incomprendido y quizá mal entendido, creo que con razón. Las personas somos muy dadas a colgar sambenitos a diestro y siniestro sin preocuparnos de su veracidad ni del daño que podemos hacer a una persona.
Perdimos el contacto unos años, creo que anduvo actuando por Benidorm y otras ciudades de la costa mediterránea. Lo volvimos a recuperar hace algún tiempo desde su atalaya de la Carretera Carbonera en Gijón. Varias veces por semana nos veíamos y echábamos una parrafadina. Le informaba sobre lo que había oído en la emisora Carrusel y qué canciones, además de otras historietas. Estuvo en Cabueñes unos días por septiembre y luego pareció que se recuperaba, pero no fue así, ya llevaba más de diez días sin verle en la ventana y eso nos preocupó, a mi mujer y a mí. Hoy, domingo 10 de noviembre, me enteré por Carrusel de su fallecimiento.
Descansa en paz, querido y viejo amigo Carlos. Te seguiré con tus canciones por cualquier escenario universal o subliminal donde tengas a bien cantar y actuar. Se cumplió tu deseo, Carlos, de morir en esta bendita tierra como decías en tu canción. ¡Puxa Asturies!
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