La leyenda del olvido, en la villa portuguesa de Ponte de Lima
Con el olvido y la memoria tiene algo que ver el río hispano-luso Limia/Lima, al que se le atribuye una leyenda que tuvo lugar a su paso por la preciosa villa portuguesa de Ponte de Lima durante la época romana. Según se cuenta, este río era denominado Lethes por los romanos allí desplazados, que lo confundían con el mítico Lete (“río del Olvido”) del Hades, al que se le atribuía la propiedad de borrar la memoria de quienes cruzaran sus aguas. Y así, en el año 138 a. C., el militar romano Decimo Junio Bruto, al intentar inútilmente que sus tropas atravesaran el Limia/Lima, tras el rechazo de sus órdenes por los atemorizados soldados, se le ocurrió la idea de adelantarse él, atravesar el cauce y desde la orilla derecha ir llamando a cada uno de los suyos por su nombre, para hacerles ver que no había olvido ninguno y que el maleficio no se cumplía.
La demostración fue convincente para sus soldados, que despreciando el hechizo cruzaron el río para seguir su ruta prevista. Esta leyenda se representa en las orillas de Ponte de Lima, con un ninot de Decimo Junio Bruto en la orilla derecha y otros muñecos de soldados de tamaño natural enfilados militarmente en la margen izquierda.
Ponte de Lima es un encanto de lugar, un acontecimiento geográfico y humano que en la zona norte del país luso, a unos treinta kilómetros de la frontera Tui-Valença do Minho, en la confluencia del río y el puente de la histórica vía romana entre Astorga y Braga. En estas tierras, dependientes en el s. XII de los reyes de León, la condesa Teresa de Portocale, madre del que poco después sería primer rey de Portugal, Afonso Henriques, da el título de villa a esta población que tenía y sigue teniendo un puente de dieciséis arcos, de los que cinco son de origen romano y los demás medievales.
Más que una villa, Ponte de Lima es un acontecimiento y una fiesta al buen hacer urbanístico y elegante. Tiene en su centro urbano el Palacio de los Marqueses, con ventanas manuelinas, en la placita ajardinada en torno a una fuente redonda. A su alrededor hay un entresijo de calles empedradas, limpias y cuidadas, que van dejando ver casas y palacios góticos, manuelinos, barrocos y modernistas de mayor o menor fuste, pero siempre salpicados de jardines y arboledas. Entre este caserío destaca la iglesia parroquial, gótica, con un rosetón imponente en su fachada y una torre almenada con reloj; hay una casona de la Misericordia muy bonita enfrente; en seguida, una plaza llamada Largo de Camões con otra fuente central en la que va convergiendo el animado flujo de personas tan habitual en las poblaciones portuguesas, que por sus calles y plazas hablan sin gritar, se saludan y desenvuelven con buenos modales y afabilidad. Los portugueses de esa región, minhotos, además tienen fama de corteses, conversadores bien dispuestos hacia los demás. Cerca de ese largo de Camões hay construcciones de la antigua muralla granítica, como la Porta Nova y las torres de São Paulo y la Torre da Cadeia Velha.
Atravesar el puente es un paseo encantador, que desemboca en una campa de la orilla derecha, de hierba festoneada con árboles frondosos ante la ermita de Santo António da Torre Velha, de alta torre y contornos esbeltos barrocos, en un casi mágico entorno, donde además hay una capilla del Ángel de la Guarda, del s. XVIII, que invita a rezar. Después, el Parque de Arnado, aparece un extensísimo recinto, abierto con un laberinto vegetal y un jardín de estilo renacentista y otro barroco, en el que se celebran anualmente eventos internacionales de jardinería.
Antes de acabar y para tener en cuenta todo, conviene citar otra opinión histórica que localiza el acontecimiento legendario de los romanos en la provincia de Ourense, en el Aquis Querquennis, que ahora es un área arqueológica romana de los siglos I y II, situada junto al embalse de las Conchas, en Santa Comba de Bande. Se trata de un amplio espacio con las ruinas romanas de un campamento, un balneario con caldas y lo que se denomina una “mansión-viaria”, un hospedaje de viajeros con cuadras para caballerías, y que es al menos el tercero de los que se ha descubierto en la calzada que comunicaba la vía romana entre Bracara Augusta y Asturica Augusta. Dicha población romana se levantó allí como asentamiento de los que iban a llevar a cabo la construcción y cuidado esa vía de comunicación principal en el norte de la Hispania romana, entre Astorga y Braga.
Ángel García Prieto
Oviedo
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