Tributo a Juan Antonio Cabezas
Esta imagen de Juan Antonio Cabezas, cuyos ojos aparecen enmarcados en la montura de unas gafas de carey, está iluminada por la luz de la lámpara de mi escritorio. Espectador y cronista de la España del siglo XX, Cabezas ha sido todo luz, una luz de Asturias. Cuando se apagó de sus ojos, a la venerable edad de noventa y tres años, había cultivado el periodismo, la biografía, el ensayo, la novela y el guión cinematográfico.
Mozo era en los años veinte cuando comenzó su colaboración en la revista «Covadonga» y en «El Carbayón», que llegaría a dirigir. Sus hijos, los doctores Julia y Félix Cabezas, recuperan en la Hemeroteca ovetense editoriales y artículos que corresponden a campañas iniciadas a favor de la edificación de nuevos grupos escolares; del segundo Depósito de Aguas del Cristo de las Cadenas; de una Sala de Maternidad para madres solteras, en cuyas campañas colaboraron don Macario Iglesias, director del antiguo Hospicio y padre del popular Alfonso Iglesias; don Sabino Álvarez Gendín, entonces Secretario del Ayuntamiento; don Emilio Grande del Riego, concejal y padre del doctor Grande Covián, entre otras personalidades locales.
Cabezas había irrumpido en el periodismo con una pluma que trascendía de la mesa de redacción a una creatividad ungida de lirismo. Colaboraba en «El Sol», como otros asturianos de la notoriedad de Valentín Andrés Álvarez y Fernando Vela, en cuyas páginas se codeaban con Unamuno y otros grandes maestros de aquella hora. Cautivo, como Cervantes –del cual escribiría muchos años después una biografía–, Juan Antonio Cabezas concibió su «Clarín», venero de clarinistas.
Subtítulo: Petición de una calle en Oviedo para el eminente periodista y escritor asturiano
Destacado: Nunca pesó sobre su corazón el plomo del rencor, después de haber sufrido años de muy difícil supervivencia de los que logró liberarse mediante su pluma
Fue Juan Antonio Cabezas cronista habitual de «ABC» y del Suplemento literario de «España» de Tánger, corresponsal de la «American Literary Agency» de Nueva York y colaborador asiduo de diversas revistas. Como biógrafo obtuvo los premios «Fastenrath» y «Castillo de Chirel», de la Real Academia Española, entre otros de importancia semejante. En su copiosa bibliografía de amplia envergadura temática, dedicó varias obras a su Asturias natal y a ilustres personalidades asturianas, como Jovellanos, cuyo estudio biográfico será reeditado con motivo de cumplirse el bicentenario de su muerte. Y verán la luz, las crónicas de sus campañas ovetenses de los años veinte y una reedición más del «Clarín», difundido por Espasa-Calpe durante setenta años.
El valor plural de la obra periodística y literaria de Juan Antonio Cabezas es inseparable de su condición de persona; el modo de vivir humanamente en el mundo, esforzándose en hacer el bien en torno suyo. Nunca pesó sobre su corazón el plomo del rencor, después de haber sufrido años de muy difícil supervivencia de los que logró liberarse mediante su pluma. Era un escritor exento de vanidades pueriles, ni de ninguna otra naturaleza. Fundó en Madrid la Sociedad Cervantina para restaurar el edificio de la imprenta del siglo XVII donde estuvo la imprenta de Juan de la Cuesta, que lograría convertir en museo y centro cultural. Gozaba en la reparación de olvidos, mientras se olvidaba de sí mismo.
Consulto el callejero de Oviedo y no encuentro ninguna calle con el nombre de Juan Antonio Cabezas. En una ciudad donde se enjambran en multitud los nombres eminentes, es posible que se disponga todavía de una plaza recoleta para intitularla con el nombre de este asturiano que derramó su talento de escritor en la exaltación de nuestra tierra natal.
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