Consummatum est
Los peores augurios se han cumplido: el Congreso, convertido en avispero nacional por la necedad irresponsable de la progresía, enzarzada en el círculo pornográfico de su dimensión viril, y el soberanismo burgués catalán, enredado en su destructiva naturaleza inmoladora. El caso es que, unos y otros, todos culpables, le abrieron las puertas del Congreso a 52 mensajeros de la melancolía totalitaria y dos perturbados por la extravagancia antisistema y el desprecio visceral al orden democrático. No le arriendo la ganancia a la previsible presidencia socialista del Congreso. Para lidiar con la insensatez hace falta mucho carrete cáustico.
Tampoco es que la derecha nacional, relegada por las urnas a categoría de oposición, ayude mucho a la gobernabilidad del Estado, si bien, en este segmento político, quienes venían a poner cordura aristotélica se vieron arrastrados por la fuerza centrípeta de un líder que solo supo apostar al juego de la provocación y la revancha. Del conservadurismo tradicionalista, nada nuevo sobre el solar patrio deconstruido a golpes de doping, fondos buitre, desheredados sociales y corrupción institucionalizada. Jugó el papel del espectador que ve desaparecer a su competidor territorial y colega de alianzas, bajo el manto del confusionismo mágico, sin falta de descender al barro del juego sucio. Rivera, hombre de ideología laberíntica, todavía rebusca en el desván de las ideas, pasó, en pocos meses, de autoproclamarse jefe de la oposición a convertir su organización en oposición sin jefe. Con el añadido de haber negado socorro institucional a quien, a la postre y sin intencionalidad justiciera, fue su enterrador anímico. De ahí que sus primeras palabras, una vez consumado el hundimiento, fueran de reproche para situar a Pedro Sánchez en un plano político-moral inferior al suyo. Todo menos asumir la responsabilidad intelectual de haber sido fagocitados por la posición maximalista del discurso ultra a quienes él ayudó a iluminar el camino. Ahora, los supervivientes del naufragio, sin norte ni guía espiritual, claman, con cierta altivez esperpéntica, por un asidero donde anclar los próximos cuatro años de legislatura. Antes de ver ese horizonte, es muy posible que, a Juan Marín y comparsa, les arrolle el vendaval luctuoso de los comicios andaluces.
La incertidumbre nos llega ahora de la unión temporal de izquierdas, acosadas, como siempre, por los embates del mundo tenebroso reaccionario al servicio del encrespamiento perpetuo. El símbolo de la avenencia plasmado en abrazo fraternal deja cierto espacio para la esperanza. La letra es buena, veremos si la música acompaña y Maléfica no hechiza la partitura. Obras son amores y no buenas razones, aunque estos amores discurran en los tiempos de la cólera.
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