Tupac Katari

19 de Noviembre del 2019 - Javier Arjona (Siero)

Ha vuelto Tupac Katari, al menos en la memoria de los acontecimientos en Bolivia, sobre si se revierte o no el golpe de Estado en curso, sobre si se logran detener o no las masacres, las agresiones ferozmente racistas.

Pero también si su inspiración está presente una vez más en las movilizaciones continuadas, en El ALTO de la Paz, y en otros departamentos del Estado Plurinacional de Bolivia, ahorita mismo.

De Katari se escuchó hablar al vicepresidente, mestizo, Álvaro, cuando estaba renunciando a instancias de la asonada golpista, de la presión policial y militar, y de la traición y desprotección que sufrieron las autoridades legítimas de Bolivia.

De Katari volvió a hablar Evo Morales al cumplirse el pasado viernes los 238 años de su descuartizamiento por los españoles (lo que aprovecharon los ultras españoles de ahora para lanzar nuevas andanadas de odio racista contra el presidente electo de Bolivia), y de Tupac Katari se está hablando casi siempre en los territorios del Qollasuyu, en cada movilización, en cada resistencia, en cada cerco a Chuquiago, el nombre antiguo de La Paz.

La historia y la repercusión simbólica de los hechos históricos tienen recorridos cíclicos que hacen volver a Tupac Katari y a Bartolina Sisa a los escenarios de liberación, de lucha contra el colonialismo.

El odio al indio, pero, sobremanera, el odio rabioso contra la india, está siendo visualizado ahora en el golpe en Bolivia, como una venganza extremista por haberse llenado el Parlamento desde 2005 de colores, de polleras, de indumentarias diversas, en un territorio institucional racista que había sido destinado únicamente a blancos.

Por haberse producido desde esa representación diversa el diálogo y construcción democrática de la Constitución actual, que reconoce a Bolivia como lo que era y es: un Estado plurinacional.

El fascismo racializado que, de momento, se ha hecho con instancias de poder en Bolivia sacando violentamente a las legítimas autoridades no perdona esos trece años en que indias e indios han levantado la cabeza, han construido espacios institucionales democráticos, y en muchos han gestionado mucho mejor que los blancos las riquezas del país diverso.

Sí, Bartolina Sisa, la guerrera, y Tupac Katari, el hijo de minero esclavo en Potosí, tuvieron en jaque a las autoridades coloniales, fueron finalmente derrotados, pero han vuelto muchas veces a inspirar los escenarios de las rebeldías.

Fueron descuartizados tan feroz y milimétricamente para que su osadía liberadora no se repitiera que las indígenas, los comuneros aymaras y quechuas no han tenido más remedio que reproducirlas de forma recurrente.

Por eso es difícil que el golpismo racista de ahora pueda tener recorrido, por muchos apoyos que tenga en el imperio.

Incluso a su pesar, “el tiempo de Evo”, el aymara campesino sindicalista que llegó al Palacio Quemado, incluso pese a sus desaciertos, va a ser medido como otro periodo de liberación mucho más extenso que los trece años de gobierno. Mucho más inspirador que sus “obras y avances” reconocidos en todas las estructuras de Naciones Unidas.

E incluso si hubieran logrado asesinarlo en el cerco de la traición policial y militar cuando hubo de protegerse en el Chapare, cuando su casa de Cochabamba fue asaltada y destrozada, si no hubiera sido rescatado oportunamente por las autoridades mexicanas, incluso, esa dimensión de resistencia-rebeldía e inspiración katarista se habría multiplicado, para trasladarse comunitariamente a las generaciones rebeldes que sin duda van a reclamar sus derechos antiguos y presentes.

Jallalla Bartolina Sisa; Jallalla Tupac Katari. Abajo el golpe racista de Estado en Bolivia.

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