La tolerancia de los fieles
En tiempos en que la buena educación se presupone, y en que los sacerdotes advierten de la escasa presencia de fieles en sus iglesias, parece una paradoja que quienes intentamos educar a nuestros hijos en la fe católica nos encontremos aún, por desgracia, con la traba de la intolerancia por parte de algunos vecinos. Cuando un niño de escasa edad acude a la iglesia para asistir junto con sus padres a la eucaristía dominical, casi nadie se molesta por que el pequeño llore o lance algún grito. Todos sabemos lo que son los niños. Pues bien, lamentablemente, en algunas parroquias aún hay quien no lo entiende así. Lo que a mí me sucedió tuvo lugar en la parroquia de Hevia (Siero) cuando, hace un par de semanas, acudí a la misa del domingo con mi hija de un año. Me senté al fondo del templo, por si la niña no aguantaba y tenía que salir. Pero cuando la pequeña sólo estaba jugando y hablando conmigo, sin molestar al resto de presentes, una de las asistentes se levantó y me invitó a salir con la cría porque supuestamente molestaba.
Más allá de la anécdota, me llama la atención la falta de delicadeza de la gente, molesta por tan poca cosa e indiferente ante otras cuestiones mucho más llamativas. A nadie más le molestó que mi hija hablara un poco en voz alta sorprendida por el eco de la nave, pero parece que aún hay quien no soporta ni una leve alteración. Un poco de tolerancia y un poco de buena educación.
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