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Enedina: el vitalismo frente al envejecimiento patológico

27 de Diciembre del 2019 - José Antonio Flórez Lozano

“La vejez no es mala si considera uno la alternativa”

Maurice Chevalier

En mis paseos en el ámbito rural me encuentro con Enedina, a punto de cumplir 90 años. Está haciendo las labores propias de la época: acopio de leña para el rigor del invierno. Me invita a sentarme y a tomar un café que le agradezco, porque su café tiene un sabor y aroma especial. Pasamos revista a su trabajo y a su familia; recuerdos y más recuerdos se precipitan en su mente y humedecen sus ojos. Especialmente, me ha llamado mucho la atención una frase esencial en su proyecto vital que dice así: creo que soy inmensamente rica, tengo muchos amigos en todas partes. Así, pues, la bandera de la amistad le ha permitido alcanzar grandes horizontes. Tal vez por eso le gusta siempre recordar a ese gran cantante y poeta, me refiero a Alberto Cortez: “Cuando un amigo se va queda el corazón vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”. Pues bien, ahí está Enedina, pletórica de proyectos y de decisiones, con una alegría y una fuerza como Ulises (Ulises es caracterizado en los poemas homéricos por su brillantez, astucia y la versatilidad de su carácter). Por eso Enedina apuesta también, sabiamente, por la alegría que es garantía de salud y longevidad, como diría el Nobel de Medicina, don Santiago Ramón y Cajal.

Un título universitario inalcanzable

Si tuviera que decir una sola palabra de Enedina me atrevería con esta: “buena persona”, un título universitario inalcanzable para la gran mayoría. Enedina ha succionado plenamente una frase de mi libro “Felicidad, salud y longevidad”: tener ilusión es la forma más certera de alcanzar la felicidad. Me comenta Enedina que ser bueno no es fácil, actualmente ni siquiera está bien visto. Quien trata de ser una buena persona se ve obligado a explicar por qué hace favores, por qué no maltrata al prójimo, por qué se vuelca con su familia por encima de otros objetivos materiales, por qué no se enriquece rápidamente. Para muchos, dice Enedina, ser bueno equivale a ser tonto, inútil y terriblemente aburrido. Enedina “no envejece” porque ha encontrado la reconciliación consigo misma y con la vida; no envejece porque celebra la alegría de seguir viva, de superar el dolor que le acecha y de reafirmarse en su vitalismo contundente. En mi larga conversación con Enedina he encontrado momentos muy agradables, auténticas lecciones en las que descubría una serie de valores que también son esenciales para un envejecimiento saludable: vitalismo, lealtad, fidelidad, respeto, sacrificio, amistad y sensibilidad. Sus principios éticos son claros y transparentes: mantener la mente limpia y activa, esforzarnos al máximo, no flaquear en nuestro ánimo, no perder nunca la esperanza y luchar día a día con nuestras fuerzas para conseguir lo que queremos. Ella despliega el bagaje de sus virtudes; aferrada a su cuerpo (deteriorado por el trabajo y el paso de los años) y a sus humildes demandas, exhibe un gran vitalismo y empeño por seguir en el camino de la vida. Por eso observo que Enedina no muestra signos de renuncia, indiferencia o decrepitud; todo lo contrario, su rostro exhibe un brillo que es, sin duda, el resplandor espiritual. Intuyo que ese resplandor delicado le aleja del nihilismo contemporáneo.

La vida hay que vivirla

Está convencida de que la vida hay que vivirla y ella lo hace buscando siempre la felicidad. Delante de su casa, contemplando ese paisaje otoñal, Enedina tiene una especial sensación de libertad; se siente poderosa y dueña de su vida. Toda la naturaleza es suya y eso le da su paz, salud, tranquilidad y longevidad. Enedina asocia su salud y longevidad con sus momentos de paz, con su facilidad para reírse de cualquier cosa, con su habilidad para contemplar y disfrutar de todo su entorno, con la superación del miedo, con estar satisfecha consigo misma, con pensar en las cosas bonitas que ha tenido a lo largo de su vida, con tomar una copa de vino, con soñar en un mundo feliz para todos, con participar en cualquier conversación, con recibir el nuevo día con buen humor, con estar guapa, con querer y cuidar a las personas, con cumplir años...Y todo ello, porque le gusta vivir... Porque le encanta “volar con su imaginación”. Por eso, al despedirme, me dice: ¡vuela, no tengas miedo! Como nos enseña Enedina, ”la vejez no puede ser el epílogo de la vida, sino más bien el prólogo ilusionante de un nuevo renacer de cada día”, tal vez llena de altibajos y de fragilidad, pero también preñada de ilusión y felicidad. ¿Por qué no?

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