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Paraísos artificiales en el paraíso natural

1 de Diciembre del 2019 - Carlos Castaño Barroeta (33202)

(De cómo los psicofármacos, como los electrodomésticos, nos hacen la vida más cómoda)

Leo con atenta preocupación el artículo publicado en su magnífico periódico el pasado sábado 23 de noviembre que lleva por título "El malestar psíquico se apodera del paraíso natural", y que hace hincapíé en el dato alarmante de que las tasas de ansiedad y depresión en Asturias duplican la media nacional y disparan las bajas laborales; solo por lo que se dice, los gallegos (Galicia, tierra hermana y enferma) están tan molestos emocionalmente como nosotros, los asturianos, y muy lejos de otros pueblos de España. La consecuencia, ¿evidente?, es que el consumo de medicamentos tranquilizantes y antidepresivos se nos viene arriba.

¿Qué está ocurriendo para que esto nos esté pasando? El paraíso natural del que tanto presumimos está lleno de parroquianos que viven en paraísos artificiales, no gracias al opio, a la absenta o la pipa del kif, a pesar de don Ramón María, que podrían dar un aura bohemia al asunto, sino que se atiborran de pastillas con nombres que parecen asturianizados y adaptados a nuestra idiosincrásica fonética (Lexatin, Trankimazin, Orfidal, para los iniciados orfidalín), pero que, previamente, no habían sido elegidos al azar, pues las connotaciones que sugieren son llamativas: Lexatin recuerda la alexitimia, un estado del alma que nos impide identificar las emociones; el Orfidal nos acerca a Orfeo, quien con su lira era capaz de persuadir a hombres y bestias. El término Trankimazin no precisa más explicación.

Cuentan las leyendas urbanas que los responsables de marketing de los Laboratorios Pfizer, responsables del famoso Viagra, gastaron una enorme suma de dólares, un pastón vamos, para encontrar el nombre más comercial, y lo consiguieron: Viagra recuerda y sugiere Niagara, la famosa cascada de Marilyn, palabra que en la lengua iroquesa local significa "trueno de agua". ¿Se imagina usted ser portador de esa potencia descomunal en la cama? Sí, definitivamente, el tamaño de la hipérbole importa.

El paraíso natural está surcado por ríos con aguas que bajan negras y habitado por muyeres, bien en perdidas aldeas vaciadas, bien en arrabales portuarios, adictas al Diazepam nuestro de cada día.

Nos pasa como a los normandos, quienes allí mitigan las inclemencias del tiempo con el mítico Calvados, hijo póstumo de aquel manzano que originó el pecado y la expulsión de su Edén desvirtuado, y que ahora, en incruento rito pagano, es entregado para que sea devorado por los parroquianos de Honfleur, de Deauville, de Caen, resarciéndoles de la pérdida de aquel paraíso inmaculado con otro artificial, dionisiaco, virtual, aún más terrenal y secularizado.

El nuestro, además, medicalizado.

Sí, el psicofármaco es cosa de mujeres, y soberanea en los viejos botiquines familiares gracias a la moderna tecnología de la receta electrónica.

Multitud de trabajos muestran el liderazgo de la mujer en este consumo a lo largo y ancho del primer mundo civilizado. Pero hay más; otros tantos trabajos señalan que las rentas bajas, el bajo nivel sociocultural, la precariedad en general, estimulan esta situación. Ser mujer, aun siendo honrada, pero pobre, con escasos recursos sociales, económicos y culturales dispara la demanda de relajantes. El hombre con perfil similar también consume más que el currante tipo "white collar", de más alta posición en la escala depredadora. Y, además, no rechaza un kalimotxo.

No hay que ir muy lejos para que nos ratifiquen lo dicho; el documento "Informe de situación de la salud en Asturias 2018" promovido por la Consejería de Sanidad de nuestro Gobierno del Principado de Asturias comienza con estas declaraciones:

"La salud y el bienestar de las personas dependen de las condiciones sociales, económicas, políticas, ambientales, culturales, educativas, geográficas y sanitarias del lugar donde se vive. El grado de cohesión social, la existencia o no de determinados recursos, cómo se utilizan los mismos y cómo están conectados entre sí también son factores que influyen en dicho bienestar. Todo ello es lo que conocemos como determinantes de la salud".

Como pueden apreciar, las condiciones sanitarias son las últimas en el ranking de los determinantes de salud. En esta situación, ¿cómo el pobre médico de Atención Primaria, MAP en nuestra jerga, colectivo al que me honra pertenecer, puede solucionar este panorama sociosanitario dantesco? Del paraíso natural al infierno societario; en medio, en el limbo, los agentes de salud atrincherados, no sabiendo cómo mejor responder a esta demanda que nos asedia, a pesar de ir pertrechados con guías, objetivos y protocolos. Es la guerra.

Nosotros, los MAP, no tenemos la solución, más bien perpetuamos el problema; si en medicina el mejor tratamiento es el etiológico, ¿por qué nos conformamos con lenitivos? ¡Corrijamos las desigualdades sociales! Bajo el adoquín está la playa; después de garabatear el recetario deberíamos invitar a la resistencia; un texto tan revolucionario como nuestra Constitución del 78 nos ilumina y ampara:

Capítulo II: Derechos y libertades. Artículo 14: "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social".

Desde una óptica de género, no diga ya marxista, la mujer maltratada por la vida, cuando solicita socorro, es nuevamente apaleada por un sistema, en el que incluyo los servicios sanitarios, que no la libera, sino que la convierte en aún más vulnerable y dependiente, drogodependiente.

Voltaire decía que la medicina es el arte de entretener al paciente mientras la naturaleza cura la enfermedad. En nuestro siglo, el filósofo francés cambiaría a un discurso más demoledor: seguimos entreteniendo, pero ahora el sorpasso es evidente: la sociedad ha adelantado a Natura, y esta ya no cura, y aquella nos enferma y envilece.

Los psicofármacos son muy eficaces y extrañamente baratos. ¿Es una estrategia de las multinacionales farmacéuticas, ocultas en el lobby capitalista, en ese contubernio de los adinerados, para que el pueblo, sin necesidad de rezar, siga dopado y no se rebele ante las tremendas desigualdades que generan lágrimas, sudor y sangre?

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