De velos

9 de Mayo del 2010 - José Manuel Fueyo Méndez (Oviedo)

No dan abasto los medios afines al poder socialista poniendo velos sobre la calamitosa situación económica y laboral del país, intentando que la atención ciudadana se centre en otras cuestiones. Entre los variados temas que propusieron últimamente para el debate nacional estuvo el de una adolescente musulmana, residente en Pozuelo, que pretende acudir al colegio con el tradicional velo islámico. El micrófono pasó también por delante de la boca del portavoz episcopal, monseñor Camino, que manifestó que los obispos no habían tratado ese tema, pero a título personal don Juan Antonio insinuó que iría contra la libertad religiosa prohibir el uso de tal prenda en un centro de enseñanza.

De momento, parece que cada centro dispone de libertad para decidir sobre este tema, porque aún no está regulado legalmente, pero, a mi modesto entender, convendría regularlo, antes de que el carro pase delante de los bueyes. Para ello tendrían que perder su miedo nuestros gobernantes, que talmente parece que ensucian los pantalones cuando divisan a una milla de distancia a un islamita radical. Es verdad que esa gente demostró sobradamente tener mucho peligro, especialmente cuando intervinieron a su manera en la campaña electoral del 2004, asesinando a casi doscientas personas, para decirnos a los españoles a quién debíamos votar, ¡pero no será cosa de permitir que nos gobiernen los islamitas radicales! Que la ministra Bibiana participe especialmente de esa medrana y aparque ocasionalmente sus ínfulas igualitarias, comiéndose el velo islámico con patatas, resulta igualmente comprensible, pero tampoco es justificable. A un eclesiástico que se precie la valentía se le presupone y nunca debe callar o decir medias verdades por miedo. Como monseñor Camino ya dio muestras suficientes de no tener pelos en la lengua y de no importarle ir contracorriente, hay que concluir que lo que dijo sobre el velo no fue para bailarle el agua a nadie, sino simplemente porque la pregunta le cogió descolocado y se conformó con despacharla con una media verdad. Pero seguro que don Juan Antonio sabe que el velo islámico es también símbolo de sometimiento de la mujer al varón, independientemente de que la portadora lo lleve voluntaria o involuntariamente. Y no es lo mismo utilizar esa prenda por la calle que en un centro de enseñanza, que es el santuario de nuestra cultura. Sería una flagrante contradicción que los colegios enseñasen la igualdad de géneros como lo que es, un principio básico del ordenamiento jurídico español, y en la práctica consintiesen símbolos de desigualdad. No sirve incluir en la misma lista el tocado de las monjas, pues en este caso no se trata de un signo de sumisión al varón. También resulta falaz la comparación con las pequeñas cruces que los estudiantes cristianos puedan llevar en sus solapas o colgadas del cuello, pues no simbolizan nada que sea contrario a los valores constitucionales.

El pensamiento políticamente correcto intenta vender a veces la tesis de que todas las culturas y religiones son igualmente respetables y que la convivencia e integración entre las mismas no sólo es posible, sino necesaria. Pues, de momento, va a ser que no: hoy por hoy en el Islam hay demasiados elementos incompatibles con los valores occidentales. Y, aunque el velo es tema menor, en comparación con el «burka», la ablación del clítoris, el trato a las adúlteras y demás... no deja de ser tema importante. La lucha por la igualdad de géneros en Occidente, todavía inacabada, está resultando demasiado larga y difícil para ponerse ahora a dar pasos atrás. Por lo demás, no creo que los musulmanes tengan tantos motivos para quejarse de falta de libertad religiosa en España: disponen ya de seiscientas mezquitas y cuentan con casi todos los favores oficiales para seguir creciendo. Los cristianos sí tenemos bastantes motivos para quejarnos del trato recibido en la mayoría de los países musulmanes, desde donde todas las semanas nos llegan noticias lamentables, que van desde la pequeña discriminación hasta el asesinato. Sí, sí, ha leído bien: hasta el asesinato por profesar la religión cristiana. Así pues, aunque suene a tremendista, cabe sugerirles a nuestros gobernantes que se tienten bien la ropa con este tema, no vaya a ser que vengan las cosas tan mal dadas que las nietas de sus nietas acaben enfundadas en un «burka».

José Manuel Fueyo Méndez, Oviedo

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