La insoportable levedad del ser
Ayer llamé a mi querida Cristina López del Hierro y la encontré hecha un mar de lágrimas. Había tenido el día anterior, según me contó, la peor experiencia de su vida.
Viajaba en el tren que cubre la ruta Santander-Oviedo y a la altura de Belmonte de Pría, en el término municipal del concejo de Llanes, sintieron una enorme sacudida que tiró de sus asientos a los siete pasajeros que viajaban en el convoy.
El maquinista, descompuesto, salió de la cabina y les informó de que había arrollado a un coche en un paso a nivel sin barreras. Entre el interventor y el maquinista les ayudaron a salir del tren y se encontraron con una visión dantesca. El coche estaba desplazado unos cuantos metros de la vía, prácticamente partido por la mitad y empotrado entre los árboles. En su interior viajaban un hombre y una mujer, que presentaban síntomas muy alarmantes.
A los pocos minutos del accidente llegaron al lugar un grupo de rescate de bomberos a bordo de un helicóptero, bomberos de Llanes, una ambulancia, patrullas de la Guardia Civil y Policía Local. Los bomberos excarcelaron a los dos ocupantes del vehículo cortando y retirando las dos puertas delanteras, los pilares centrales y el techo. Ambos fueron trasladados al HUCA. El varón, que presentaba peor pronóstico, en helicóptero, y la mujer en una UVI móvil de Arriondas.
Estuve hablando un buen rato con Cristina tratando de calmarla porque se encontraba triste y muy afectada. Me comentó que ese golpe seco lo recordará siempre, y que va a luchar para que Adif y las administraciones pongan pasos a nivel en condiciones, porque considera que se evitarían muchos accidentes si las infraestructuras y los medios fueran adecuados.
Me dijo al despedirse: “Quique, la insoportable levedad del ser”, habría que escribir algo sobre esto. Y es lo que he hecho.
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