La muñeca olvidada en el desván
En un rincón del oscuro desván,
había una muñeca sin un brazo
sucia por el polvo del olvido,
antes regocijo de niñas,
insomnios en la noche de Reyes,
vestidas de rosa con zapatos de charol,
diadema en el pelo y caprichosos tirabuzones;
ahora, polvo, silencio y olvido.
¿Qué es eso? pregunta la nieta a la abuela.
Es una vieja muñeca. ¿Y para que servía?
Para jugar niñas como tú a las mamás.
¡Qué gracia, abuela, no sabía que fuera para eso,
pues ya lo sabes. Yo ya juego con mi perrito
y es muy divertido, no necesito ninguna muñeca.
¡Ay, pobre nieta, te olvidas de ser madre!
No quiero ser mamá, los niños son latosos,
hay que limpiarlos y lloran, y además estropean tu tripa.
Pobre niña que ha perdido el instinto maternal
y las muñecas se olvidan en los devanes,
escaparates, porque no hay niñas
que les canten las nanas y las vistan de rosa.
¿Qué va ser de nuestra sociedad?
Dan ganas de de llorar, como la muñeca,
olvidada en el desván oscuro, que nadie la quiere.
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