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Asturias, en el origen del belén de cumbres

20 de Diciembre del 2019 - Carmen González Casal

Carmen González Casal, periodista y escritora

Las luces alumbran nuestras calles, los villancicos las alegran, las cenas de empresa se suceden, al igual que los deseos de paz y prosperidad en brindis tan esperanzadores que parece que nuestros deseos están abocados a cumplirse. Los turrones endulzan las sobremesas. El bullicio se traslada a las calles. Sus moradores parece que en estos días quieren ser mejores y olvidar sinsabores y rencillas. En muchos casos es la vuelta a casa, al hogar, el reencuentro con los más queridos. ¡Es Navidad!

Pero lo es desde que Dios se hiciera niño hace ahora 2019 años. Desde entonces, a lo largo de la historia, se suceden tradiciones y costumbres entrañables que nos hablan de paz, de amor, de luz en medio de guerras, desencuentros y sombras.

Muchas son las manifestaciones populares típicas de estas fechas. Tradiciones que nos trasladan quizás a la infancia, al calor de una familia, al recuerdo tierno de nuestros abuelos: la colocación del árbol de Navidad y del nacimiento; la misa del gallo, las bromas por los Inocentes; los Reyes con su cabalgata y la emoción intensa en esa noche mágica; los villancicos, esa forma musical y poética tan tradicional en España que se populariza entre los siglos XV y XVIII, que cantamos al son de panderetas y zambombas o rascando con un cuchillo, en el peor de los casos, la panza de una botella de anís.

Cada vez vemos más belenes en los escaparates de las tiendas, en los edificios oficiales o en las plazas de los pueblos y ciudades. Además, existe una preciosa tradición en la que me quiero detener: los belenes de cumbres en nuestras montañas.

Scott Hahn, en su libro “La alegría de Belén”, habla de un himno de estilo góspel titulado “Go, tell it on the mountain”, que se remonta a 1865 y al compositor afroamericano John Wesley Work Jr., en el que la letra original invita a proclamar el nacimiento de Jesús “en la montaña, en las cumbres y por todas partes”.

Con esa idea nació, a mediados del siglo XX -década de los años cuarenta o cincuenta-, en zonas de Asturias y León la tradición del belén de cumbres. En el caso de Asturias, fue un grupo de diez montañeros asturianos el que tuvo la iniciativa y el ánimo de colocar un nacimiento en la cumbre de Peña Ubiña, a 2.200 metros de altitud, en un paraje de gran belleza.

Buscando que el pesebre estuviera protegido, a resguardo del mal tiempo y de las alimañas, encontraron una cueva, tras ascender en medio de serias dificultades causadas por el temporal que no mermaron su espíritu de superación y aventura. En este primer belén asturiano se procuró que no faltase ninguna de las piezas fundamentales: San José, María, el Niño y los Reyes Magos.

Años más tarde, a finales de la década de los sesenta, más grupos montañeros se sumaron a esta idea en diferentes zonas de España, y hoy son muchos los que cumplen con esta tradición, que con más frecuencia se organiza en lugares accesibles para que pueda asistir la familia al completo, con abuelos y niños.

Normalmente, esta subida especial suele hacerse el domingo anterior a la Nochebuena o antes del solsticio de invierno, y cada club de montaña elige “su” cumbre para poner en alguna oquedad o entrante de la roca su correspondiente belén, acompañado casi siempre de algún mensaje de felicitación para otros montañeros que se lo encuentren. No falta también la foto de grupo, que en muchos casos veremos publicada -viene siendo tradición, otra más- en LA NUEVA ESPAÑA.

Pasadas las Navidades, los distintos grupos suelen volver a recoger su belén, aunque son muchos los nacimientos que se quedan por las alturas de nuestras montañas.

El Papa Francisco acaba de escribir una “Carta apostólica” sobre el significado y el valor del belén con la que quiere alentar a las familias, en los días previos a la Navidad, a preparar el belén, “ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para crear obras maestras llenas de gran belleza”. No dejemos de hacerlo, también en nuestras preciosas cumbres.

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