Qué pena y qué asco
Los aíslan con muros, los marginan en los terrenos más míseros, les restringen sus derechos y sus movimientos hasta lo indecible, los arrasan a sangre y fuego, violan toda consideración humana y pisotean todo derecho internacional. Si fuera poco, incrementan toda esa opresión en el amparo de la connivencia y la indiferencia de los gobiernos occidentales. Qué asco sus cínicas palabras maquilladas de racionalidad, cordura y autojustificación, cuando son ellos los representantes de uno de los movimientos nacionalistas más integristas que han existido. A su lado Hamás son meros aprendices. Terror disfrazado de corbata y gran multinacional. Al final queda la imagen del árabe desharrapado con capucha y fusil como el gran enemigo. Qué pena que seamos tan cortos de miras o quizá... tan miserables, dando rienda suelta a nuestra cobardía, que busca encontrar a alguien, a algún pueblo en quien descargar nuestra crueldad, nuestras frustraciones y complejos, elegimos a los más indefensos, los más miserables, para ensañarnos y descargar nuestras hieles, léase inmigrantes, léase musulmanes, léase, hoy de actualidad, palestinos.
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