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Agricultura campesina

6 de Mayo del 2010 - Jaime Lisa Escaned (Oviedo)

Parece increíble que muchas de las cosas que nos parecen evidentes no seamos capaces de hacérselas comprender a los demás. Yo casi nunca soy capaz de encontrar el argumento preciso y definitivo y, sin embargo, a mí me convence cualquiera. Por eso envidio a esos privilegiados que con cuatro palabras te hacen caer de la burra evitando largos y tediosos discursos. Para mí, el poder de convicción es un don sumado a una buena práctica docente. Para mí. Quizás a otros les entre por un oído y les salga por el otro sin haber dejado el rastro de la sombra de una letra en el cerebro.

Por eso busco argumentos para convencer de los peligros inminentes que supone quemar nuestros recursos en una pirueta festiva inconsciente y mi interlocutor escucha educado sin prestar atención a mis palabras o pensando, con cara de circunspecta, en otra cosa más importante para él, como ir a tomar unas copas, en su equipo de fútbol o en la suela de sus zapatos, o ni me esucha y sale de estampida, con o sin excusa, en cuanto le empiezo a hablar de temas transcendentes. Sólo cuando alguno llega a estar de acuerdo conmigo es porque ya previamente estaba convencido.

No cejo y me pregunto y te pregunto, qué argumentar para convencer a la madre que ha criado a su hijo de su pecho, que se ha criado mamando del de su madre, cuya familia entera ha crecido con leche materna, la que no tiene precio, como el amor verdadero, vaya al supermercado a hacer las compras y se decida por la leche más barata sin más criterio que el color y el dinero, para ahorrar el mismo dinero que gasta a continuación tomando un café, un vino o gastándolo en cualquier futilidad que para nada beneficia a su familia, en lugar de comprar directamente al modesto y meticuloso ganadero de Llaneza, de Siero, de Gijón o de Oviedo. Porque aunque quisiéramos no sabemos, me dirás. ¿Por qué, tan listos, tan avanzados, tan informados como pensamos que estamos, no sabemos comprar sus productos al campesino vecino o en el mercado local y sólo sabemos comprar en la gran superficie multinacional alimentos producidos de forma industrial, de laboratorio, mientras el pequeño campesino va desapareciendo barrido por la especulación?

Tampoco tengo argumentos para convencer al que gusta de faraónicas obras, mejor cuanto mayores, más costosas aunque inútiles, para beneficio de magnates del asfalto y el ladrillo, con tal de poder llegar de un extremo al otro de la región en la mitad de tiempo aunque tarde el doble en aparcar y el preciso tiempo ganado, a riesgo de ganarse una multa, perder unos puntos o jugándose la vida, lo despilfarre arrellanándose a ver la televisión, mientras llenamos de hierro y hormigón esta cáscara de nuez en la que navegamos todos y en la que algunos se dedican a perforar abriendo vías de agua porque crea empleo, dinero o felicidad.

Todos sabemos qué es el empleo y qué el dinero pero yo no sé qué argumento utilizar para explicar lo que la felicidad es y pregunto, metiéndome en el terreno más personal a ver si así convenzo a alguien, y espero que la respuesta no sea: el dinero, la fama, el triunfo social, el poder, el no tener límites al usar y tirar, el obedecer puntuales a lo que nos manda el consumismo, todo eso que nos enseñan todos los días desde todos los altavoces porque está este planeta zozobrante lleno de famosos, de ricos, de poderosos destruidos por la droga, locos, suicidas, muertos en accidente, insatisfechos que dicen buscar la felicidad. ¿No será la felicidad algo más sencilla, más a la mano de todos? ¿Por qué nos enseñan que la felicidad es huir como desaforados, en espantada, todos los fines de semana para sumergirnos en letal de atascados en la carretera consumiendo el planeta?

Me gustaría tener argumentos para convencerte, lector para que apoyes el día 17 de abril, puesto en marcha por vía campesina a raíz de una masacre de campesinos en Brasil, el día de las luchas campesinas.

Jaime Lisa Escaned

Oviedo

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