Pensar en las musarañas o mirar a las musarañas
No sé por qué, pero siempre he creído que las musarañas eran pequeños insectos de la familia de las arañas, y nunca había tenido muy claro si era más correcto decir “pensar en las musarañas” o “mirar a las musarañas” para expresar una pérdida de tiempo.
Ayer, casualmente, recibí la inesperada visita de mi ilustradísima amiga Natalia, a la que no veía desde hace tiempo, y cuando me preguntó que a qué dedicaba mi tiempo libre, en vez de contestarle cantando, como parecía obligado, no sé por qué le dije que pasaba mucho tiempo mirando a las musarañas, cuando jamás en mi vida ni he visto ni he sabido qué carajo es una musaraña.
Para mi sorpresa, Natalia sí que lo sabía, y me describió perfectamente cómo son las musarañas. Según ella, se trata de unos minúsculos ratoncillos que emergen de las tierras de cultivo a los que algunos agricultores holgazanes se les quedan mirando como embobados. De ahí el dicho “mirando a las musarañas”.
La verdad es que la explicación de Natalia y mis pesquisas posteriores no me han resuelto del todo mis dudas, porque creía que “mirando a las musarañas” significaba perder el tiempo, pero para ello haría falta encontrarlas, y, por mucho que he buscado por mi zona, no he localizado ninguna. Luego difícilmente podré perder el tiempo mirándolas y mucho menos pensando en ellas si no sé ni cómo son.
Mañana saldré con pico y pala a cavar en el huerto para ver si emergen de la tierra y extasiarme mirándolas, y si no aparecen habré, al menos, aprovechado el tiempo haciendo surcos y no perdiéndolo miserablemente tratando de encontrarlas.
Como uno ya duda de todo, dudo de que Natalia no me haya tomado el pelo, de que Google esté desinformado, y de que, por tanto, existan las musarañas. Pero seguiré pensando en ellas hasta que encuentre un mejor modo de perder el tiempo.
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