Los tiempos pasados no fueron mejores, pero los políticos sí
No soy de los que piensan o sienten que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Me parece que la humanidad avanza en muchos aspectos y que la vida de los hombres sobre este mundo va mejorando, al menos en una gran parte del planeta. Hay lugares donde queda muchísimo por hacer y hay facetas referentes a valores morales en las que, de una manera parcial, se pueden ver algunos retrocesos más o menos circunstanciales. Pero, en general, hay que reconocer que el mundo actual es mejor que hace siglos, y espero que el futuro sea aún más prometedor.
No obstante, tras la lectura de unos pasajes de la biografía que René Lejeune ha escrito del francés Robert Schuman -uno de los padres de la Unión Europea-, no puedo por menos que ver lo que ya pensaba e intuía y que me parece que piensa o intuye un buen número de personas: los tiempos pasados no fueron mejores, pero muchos políticos sí que eran mucho mejores.
El libro en cuestión se titula “Robert Schuman. Padre de Europa (1886-1963)”, de Editorial Palabra, publicado en 2009, y es una evocación de este estupendo personaje, escrita por uno de sus colaboradores. A título anecdótico cito que Schuman, cuando es nombrado ministro de Finanzas de Francia, tras finalizar de la Segunda Guerra Mundial, aplica la idea de “realismo sin ideología” para sanear la situación de su nación. Su biógrafo dice de él que “tanto en el Ministerio de Finanzas como en todo el país deja un buen recuerdo, a veces divertido”, para explicar que se encargaba de apagar por las noches las luces del ala Richelieu del Louvre, sede del Ministerio; y que viajaba en tren cada sábado a Metz, su tierra natal, “sin hacer que le reserven el compartimento, al que su función le da derecho. Hace cola, como todo el mundo, para comprar su billete”. Del propio Schuman cita: “No menospreciemos los pequeños ahorros -decía-, la suma de los pequeños ahorros hace las grandes economías”, y respecto al aparato que rodeaba a los ministros y altos cargos, él lo rechazaba todo lo que podía, observando: “Apenas si se conoce a un hombre político a quien el espectáculo de los motoristas y el ruido de las sirenas no lo haya trastornado”.
¡Igualito que ahora! Naturalmente, las razones de la vida del gran Schuman son de mucho calado y mucho más importantes que estas nimiedades anecdóticas. Para conocerlas hay que leer este libro u otros parecidos. En cualquier caso, los detalles citados y, por comparación, los que vemos día a día en cada telediario, en cada periódico, hacen añorar que “cualquier político pasado fue mejor”.
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