Un mundo de iguales
En la medida que el mundo es más evolucionado se hace más tolerante y comprensivo con los demás, entendiendo un mundo más cosmopolita, habitado por todos, con todo tipo de creencias que no supongan tropelías contra el propio ser humano. Abriéndose de esta manera la mentalidad de las personas para un posible convivir multirracial, cada vez más extendido y pluralizado. Tal es así que cada vez son más las personas de diferentes razas, lugares y credos que forman familias, se integran en la sociedad y mejoran su situación social. Casos como el de Obama como presidente de Estados Unidos, por ejemplo, sería impensable no hace mucho tiempo atrás o el de convivir con todo tipo de personas, negros, orientales, gitanos, etcétera. Por otro lado, el papel de la mujer se equipara más al del hombre, pese al aún imperante machismo. Y la aceptación cada vez más generalizada de los colectivos de homosexuales y discapacitados, cada vez con más cabida en el seno de nuestra sociedad.
A pesar de concepciones ancestrales y atávicas incapaces de entender estos progresos que acepten y permiten una vida por parte de todos, atendiendo a sus libertades y derechos para interpretar y vivir sus vidas.
Debería entenderse el mundo como una tierra que todos habitamos por un tiempo y que a todos nos pertenece en cierta manera. Y que pese a los colores de la tez, condición social o sexual, o ideología y creencia, todos acabamos por ser igual de humanos con la misma necesidad de sentirse libres, aceptados y queridos.
David Piquero Soto, Langreo
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