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Defensores indefensos

19 de Febrero del 2020 - Manuel Javier López García

Comenzamos una nueva década y los abogados adscritos al turno de oficio seguimos exactamente igual que en la última carta que sobre este asunto escribí hacia el mes de noviembre del año 2017 en LA NUEVA ESPAÑA. Todo lo que expondré debo decir que lo extrapolo en idéntica medida a todos los procuradores de los tribunales, y es que somos igualmente compañeros y por los Juzgados asturianos se comentan los mismos problemas tanto por parte de abogados como de procuradores. Partiendo de esta premisa, el asunto estrella es lo nimiamente retribuida que está la figura del abogado de oficio, en la que ejercemos una función esencial en un Estado que se supone democrático de derecho. Debe entender el lector que en cualquier momento un ciudadano puede requerir de un abogado, bien sea porque ha sido detenido por cualquier motivo o porque se quiera divorciar, por poner dos simples ejemplos, y también suele ser frecuente que dicho ciudadano no conozca un abogado de confianza, o, más probablemente, que no disponga de recursos económicos para pagarlo. Pues bien, este derecho a la asistencia y defensa por un abogado constituye, insisto, un derecho básico y fundamental en cualquier país cuyos valores supremos sean la Libertad y la Justicia dentro de un Estado democrático de derecho, pues dicho desempeño puede equipararse a otros servicios públicos tan esenciales como pueda ser una sanidad pública que funcione. En este contexto, y a diferencia del personal médico, los abogados que voluntaria y vocacionalmente nos adscribimos al turno de oficio no cobramos mensualmente ni se nos retribuye, ni de lejos, de acuerdo con la función pública tan esencial que ejercemos.

En mi criterio ello obedece, en primer término, a la desidia de las juntas de gobierno de los colegios de abogados existentes en toda España, mucho más preocupados en mantener su “statu quo” y, por supuesto y ante todo, llevarse con cualquier “poder político” o colectivo judicial o fiscal, actuando, como en estos tiempos se estila decir, muy “políticamente correctos” en asuntos como el “derecho a la igualdad” entre sexos, que, por fortuna en el mundo del derecho, están ya muy superados. En conclusión, que los colegios de abogados tienden a imitar el funcionamiento de cualesquiera partidos políticos que hoy en día existen y que conforman una pequeña oligarquía financiada por el Estado, es decir, por todos nosotros, lo cual les hace perder su independencia al ser así y en gran medida financiados. Lo que no ocurre con los colegios de abogados, que son esencialmente financiados por los colegiados, pero que, sin embargo, y por alguna razón que a mí se me escapa, tienden a imitar los modos y formas que la oligarquía política impone todos los días en los medios de comunicación para, en conclusión, no ejercer eficazmente las funciones que reglamentariamente les competen. Como muestra o ejemplo de lo que acabo de decir, en Oviedo existen dos ejemplos muy claros, como los excompañeros Ana Taboada y Nacho Cuesta, este último decano hasta hace bien poco tiempo y que cuando ostentaba dicho cargo incidía en proclamas a los compañeros que acababan de jurar o prometer el ejercicio de la profesión de abogado que era la más noble y loable de todas las existentes, de una forma claramente pretenciosa, en un tiempo en que quizá ya estuviera en su mente la idea de cambiar de un día para otro y convertirse en “político” y por obra de la Providencia convertirse en un experto acerca de los problemas de la ciudad, al igual que la excompañera Taboada. No sé Ana, pero respecto a “Nacho” no me extrañaría en absoluto que a medio-largo plazo cambiase de partido político, siendo indiferente si es hacia el PP o el PSOE, pues parece ser un caso como el de la famosa frase tan conocida del genial Groucho Marx y sus principios mutables.

El segundo problema viene como consecuencia del primero. Como los que teóricamente deberían defender los intereses de nuestro colectivo están a otros menesteres, los que ejercen el poder están encantados. Humildemente, creo que algo influyeron mis tres anteriores cartas publicadas en LA NUEVA ESPAÑA con el mismo título para que el Principado abonara cuatro trimestres al año, tal y como prometió y cumplió el consejero Guillermo en su día. Pero, siendo esto un avance, ahí se quedó todo. Tenga en cuenta el lector que cobramos por trimestres y que al día de la fecha, primeros de enero de 2020, no se vislumbra aún cuándo cobraremos el tercer trimestre del año 2019. Así es la situación real y así es conocida por todo el colectivo y por los que rigen el colegio. Gran parte de la solución a este problema, en mi opinión, pasaría por una unión y cohesión mucho más sólida, real y efectiva entre todos los que vivimos esta problemática, puesto que perseguimos idénticos fines para movilizarnos frente a las juntas de gobierno de los colegios de abogados de toda España e igualmente frente a la Consejería y Ministerio competentes, a fin de aumentar muy considerable y justamente nuestras retribuciones en este servicio público que es el turno de oficio, exigiendo, por ejemplo, que, si el pago se realiza por trimestres, dichos pagos se realicen de forma tal que al vencer un trimestre al menos esté abonado el inmediatamente anterior.

Poder y fuerza tenemos para ello, pues con una simple semana de huelga en la asistencia al detenido en Asturias y España, cumpliendo los servicios mínimos, se crearía tal caos en el sistema judicial que al ministro y consejeros correspondientes no les quedaría otra que aceptar nuestras muy legítimas reivindicaciones. Ya existen muchos foros en redes sociales donde se plantea esto mismo que estoy proponiendo en toda España. De manera que, compañeros -lo siento, pero ni soy político ni quiero serlo y utilizo el masculino en plural englobando a todas las personas, tal y como siempre se ha hablado y porque gramaticalmente es lo correcto hasta que llegó un tal Zapatero que “inventó” el “ellas y ellos” y demás “señuelos”; lo cual en ningún caso supone un átomo de machismo porque, como tanta gente, entiendo que han de valorarse a las personas por lo que son por sí mismas, por su competencia, con absoluta indiferencia de cuál sea su sexo y sin cuotas en ningún sentido, pero con estricta justicia hacia cada persona con independencia de su sexo-; como digo, compañeros, ojalá estas reflexiones sirvan para ir adquiriendo una conciencia crítica, unirnos por fines comunes y plantar cara hasta que aquellos a quienes corresponde realmente consideren nuestra vocacional y satisfactoria profesión con el respeto y dignidad que realmente, y no “de boquilla”, se merece. Así que quiero transmitir ánimos a los que a diario padecemos agravios y escasez en todos los sentidos, muy especialmente los que empiezan o llevan poco tiempo de profesión, y exponer una reflexión que a mí al menos me ha sido útil en la vida y que dice que “el camino más largo comienza por un primer paso”.

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