Una boda católica
El pasado domingo 18 de abril aparecía en su periódico la noticia dela celebración de la boda entre Leila Valdés Truán-Vereterra y Sakis Tombolis celebrada en Oviedo el sábado 17, bajo el siguiente titular: Boda spanglish en la Catedral. ¿Boda spanglish?: ¿qué rito es ese? La ceremonia fue oficiada en el rito católico, con la particularidad de que el sacerdote, bilingüe, se expresó alternativamente en inglés y español por deferencia hacia los invitados, y a petición expresa de los contrayentes. Fue una boda católica y bilingüe, pero no spanglish.
Haciendo uso de un estilo más propio del periodismo basura que tanto prolifera en nuestro país, y no de la objetividad y el rigor que serían esperables en un medio tan influyente como el suyo, la redactora de la noticia se recrea en relatar a los lectores de La Nueva España toda una serie de anécdotas de dudosa veracidad, presentando el acontecimiento al menos da esa impresión- como algo ridículo. Al parecer, el novio estaba al borde de un ataque de nervios, por el retraso de casi media hora de la novia, lo que provocó una quejá de los responsables de la Catedral por llevar media hora con la calefacción encendida (la calefacción se pagó religiosamente). La novia llevaba un traje de gasa (en realidad el traje era de hilo de encaje), en color champán (en ¿color champán?), etc...
La noticia recoge la presencia en la ceremonia del primer ministro de Gibraltar Peter Caruana hermano del padre del novio (falso: es el hermano de la madre del novio), y la redactora reseña la decepción del cazautógrafos Ander Azcárate porque pensaba que a lo mejor vendrían Gordon Brown o Moratinos (¿Gordon Brown o Moratinos en una ceremonia privada?). Para resarcirse de esta desilusión, y de haber contado con una mejor información, el cazautógrafos podría haberse dirigido al Marqués de Alcubierre y conde de Sandionís, presente en la ceremonia y familia de la novia, o a la propia madre de la novia, descendiente, entre otros, de D. Enrique Truán, el gran músico asturiano.
En fin, un cúmulo de despropósitos solamente explicables por ignorancia o mala fe, que constituyen el único recuerdo desagradable que se llevaron los invitados a una boda en la que lo que realmente destacó por encima de todo fue la emotividad, y el cariño que los novios dispensaron a amigos y familiares.
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