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Frases lapidarias

20 de Enero del 2020 - Eulogio Llanos Verdasco (Pola de Siero)

A menudo, escuchando a nuestros doctos políticos se aprenden lecciones de vida importantes. Hace algún tiempo, en el mandato de Zapatero, una señora ministra (Carmen Calvo) nos deleitó con una delirante afirmación: “El dinero público no es de nadie”. Y no fue un “lapsus linguae”, ni un error de comunicación, ni un despiste accidental. No, la buena señora, con toda la consciencia, nos soltó tamaña barbaridad porque ella pensaba eso y creía que su afirmación estaba cargada de razón y sentido común. Los que estamos equivocados somos los que pensamos que ese dinero es de todos; por tanto, quien administre esos bienes tiene la ineludible obligación moral de usarlos conforme dictan la legalidad y el buen uso de los mismos. Y a día de hoy ella y sus correligionarios siguen pensando lo mismo, ya que actúan con esa premisa, y, como el dinero público no es de nadie, se puede gastar sin medida. ¿La deuda del Estado? ¡Qué importa! Lo importante es gastar el presupuesto, y si no alcanza, pues se endeuda uno, bien solicitando préstamos o vendiendo deuda pública o vendiendo a China el país a cambio de un puñado de “yuanes” para pagar la extra de Navidad o la mensualidad de los funcionarios de agosto, y “el que venga detrás que arree”.

Pues, recientemente, otra ministra, esta vez la responsable de la cartera de Educación (Isabel Celaá), nos deleitó con otra perla: “Los niños no son de los padres”, y se quedó tan ancha. Tampoco esta vez se trata de un lapsus, ni de un despiste, ni de una enajenación momentánea. No, es el pensamiento general del Gobierno actual. Esta gente tiene la absoluta creencia de que son ellos quienes tienen el derecho inalienable de educarnos con sus infalibles valores. Por tanto, los padres no tienen ningún derecho a educar a sus hijos en los valores que creen mejores o en el ideario que estimen más adecuado para que el día de mañana sean personas de bien. No, de ninguna manera, es el Estado el que tiene esa competencia. Está claro que hoy día cualquiera puede ser ministro o vicepresidente. Lo único que hace falta es tener un carné político y ser alguien que no inquiete al líder. Sin embargo, muchos pensamos que los niños son de los padres, y esta afirmación viene avalada por la ley, no solo la natural, sino también la humana. Por tanto, “es deber de los padres educar a sus hijos”. Lo que se busca con este tipo de afirmaciones es el adoctrinamiento, no la educación; es la tiranía del pensamiento único y, en definitiva, la opresión y la dictadura. Es un “déjà vu”, que sufrieron en la URSS y sus satélites y que aún sufren en Cuba, China, Venezuela... ¡Así nos luce el pelo! ¡Que Dios nos pille confesados!

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