Desocupados
Rufián, en segunda acepción de la RAE, es hombre sin honor, perverso y despreciable, y, a su vez, perverso es: sumamente malo, que causa daño intencionadamente y que corrompe las costumbres y el estado habitual de las cosas. Todo ello no es una apreciación mía, es la definición que hace la RAE de algunos comportamientos personales. Son muchísimos los comportamientos humanos que se hacen acreedores a ser incorporados en esas acepciones lingüísticas.
Continuando el paseo por los lindes gramaticales, ¿considerarían ustedes rufián a quien agrede inopinadamente a un anciano? ¿Le considerarían un hombre de honor? ¿Le incluirían en el “staff” de una organización cuyo fin es ejercitarse en obras de piedad, o en una unión de gentes para un fin determinado, generalmente bueno?
Seguramente pensarán que estaría mejor integrado en una junta de ladrones y rufianes que en la cuarta acepción de la RAE para la palabra “cofradía” en lenguaje de germanías.
Este escrito solo es “un ensayo filosófico de lenguaje” que alguna vez hacemos los que a mi edad no tenemos más que hacer y pertenecemos a la cofradía de los desocupados, entreteniéndonos con ello en cualquier lugar, bien sea esperando el ascensor en casa o tomando un café un domingo por la tarde en cualquier terraza. Si aprecian errores es que soy de Ciencias.
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