Las heridas del alma
Aunque parezca un contrasentido, ha tenido que ser una bella mujer y excelente dermatóloga, habituada a curar las heridas del cuerpo, quien me ha hablado por primera vez del "sufrimiento del alma", de unas heridas que no se manifiestan exteriormente pero que se sufren con una enorme intensidad y que son mucho más difíciles de curar.
Nunca antes me había parado a pensar en las cicatrices que el paso del tiempo va dejando en nuestro corazón y en las heridas abiertas que no acaban de cerrarse. Nunca antes había sentido la necesidad de reflexionar sobre ello, quizá por temor a revivir fantasmas del pasado.
No sé si tendré la valentía suficiente para enfrentar mi realidad, pero al menos ahora espero ser capaz de mirarme al espejo y ver algo más que una imagen. Espero reconocerme y reconocer que quien está detrás de ella no soy solo el yo material, sino también, y en gran medida, el yo espiritual que hasta hoy había ignorado.
Confío que esta reflexión me sirva, al menos, para no mirarme tanto el ombligo y para compadecerme menos. Lo del alma ya es otro cantar. En la próxima consulta indagaré más porque creo que esta doctora tiene mucho que enseñarme.
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