Necesitamos proyectarnos
Asturias se apuntó siempre a ayudas y subvenciones. Quizá todo empezó en 1934, cuando aquellos empresarios se cuestionaban continuar aquí. En épocas más recientes, pedíamos subvenciones para el carbón, mientras, trayendo carbón foráneo, se trastocaban carbones en busca de subvención. La subvención era objetivo primordial: se investigaba dónde daban subvenciones, para saber qué se podía solicitar y cómo justificar. No era comprensible, pero todos lo comprendían: se aplaudía mientras nos quedábamos sin futuro.
Se necesitan visionarios razonables (no peligrosos), empresarios privados (sin negocios o contratos excesivos con la Administración) y un Gobierno emprendedor. No sigamos pensando como los que veían negocio en transformar carbón foráneo para exportar energía eléctrica. Ahora ni siquiera tenemos energía para asegurar la metalurgia que creíamos segura. "La aldea perdida" se trastocó en paraíso natural. Un paraíso del que sus gentes, desnudas de igualdad y desarrollo, fueron arrojadas. No se trata de analizar el pasado, sino de ver qué queremos aportar a Europa, o adonde sea, en el futuro. Y hacerlo con visión holística, sinergias propias y esfuerzo común. Pero resulta que, visitándonos triunfadores visionarios de todo el mundo, todos los años, en los premios "Princesa de Asturias", poco provecho sacamos. Con un gran legado de lógica difusa se pretendió instaurar un campus universitario en Mieres: cuajó, pero no triunfó. ¿A quién culpar?
Hace más de un año se escribía sobre un campus de la mar en El Natahoyo. La intención era que: mientras no podamos tener la energía de fusión de hidrógeno (que buscan los franceses), deberíamos concentrarnos en la obtención del gas de hidrógeno en parques de energía marinos (como hacen en las islas Orcadas). También en buscar alimentos en la mar, y contribuir a captar CO2. Al fin y al cabo, la clorofila nació en la mar reduciendo el CO2 y generando oxígeno. También se redujo CO2 con el carbonato cálcico de las conchas de los moluscos y caparazones de crustáceos. Si cultiváramos alimentos para las especies marinas, estas se verían atraídas por los cultivos; entonces tendríamos una explotación extensiva de especies marinas en nuestras costas. Pero en la mar somos prehistóricos sin granjas. Y en las montañas y valles, deberíamos cuidar de nuestras explotaciones extensivas de carne y, también, de los bosques y huertas. No se trata de recolonizar el medio rural, sino de llenarlo con robots y tecnologías que cuiden de la naturaleza y de su capacidad productiva. Esto requiere: ciencia ecológica, maquinaria y tecnología, que pueden desarrollarse aquí. ¿Quién debe ver estas posibilidades de negocio?
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