Jesús Lumbreras
Se podrán ustedes imaginar que con este nombre no me estoy refiriendo a cualquier persona, sino a alguien que, a juicio de su mujer, princesa de nombre y taxista de profesión, es alegre, cariñoso, comunicativo, con sentido del humor, muy buen padre, querido por todo el mundo y sobre todo inteligente.
Cuando le he preguntado a Leonor, que así se llama la taxista, por el nombre de su marido y me ha dicho que se llama de nombre Jesús y de apellido Lumbreras, lo he entendido todo. Llamándose Jesús no debe de ser difícil hacerse querer, y tampoco actuar con inteligencia para hacer honor a su apellido.
Tratándose de una familia de lumbreras, o mejor dicho de la familia de un Lumbreras, no es de extrañar que me esté refiriendo a una familia feliz, con unos padres que trabajan 14 o 16 horas diarias cada uno, que su hijo Javier estudie Estadística de día y trabaje en un almacén por la noche y que la peque de la familia, Ana por más señas, se esté preparando para su inmediato futuro laboral.
Ustedes se preguntarán sobre el porqué de esta carta y la respuesta es muy sencilla. He conocido a una taxista que me ha dicho que a su marido le quiere todo el mundo, y lo demás ya lo he contado. Es así de sencillo.
Parece ser que hay más Lumbreras en la familia, virtuosos algunos de ellos en el mundo de la música, pero esa es otra canción y podría ser motivo de otra carta, que en esta me he excedido de la extensión requerida para que sea publicada.
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