El Evangelio de Carlos Osoro
No resulta indiferente a nadie la marcha de quien durante siete años ha vivido entregado a su misión, desarrollándola con amor y denuedo, diríase que con pasión. Don Carlos Osoro ha sido un arzobispo que ha despertado diferentes sensaciones según a quien se escuche, pero nadie ha cuestionado su entrega y su amor. Ha querido abarcarlo todo, como decía su antecesor Don Gabino Dïaz Merchán, en palabras llenas de reconocimiento y de afecto; y casi lo consigió, pues lo que en ocasiones trascendía de su agenda hacía pensar en el don de la ubicuidad y en la ausencia de tiempo suficiente para comer o dormir. Obras son amores, y de esas no le faltaron.
Recientemente LA NUEVA ESPAÑA incluía varios artículos sobre la noticia de su marcha a Valencia, con referencias diversas a su persona. Me chocó, como a otras personas que comentamos la anécdota, que se hablase de un error en la cita al evangelio del día por parte de don Carlos. Se dedican veintidós líneas en dos columnas y un titular a comentar en detalle el presunto error. Poco hubiera importado que hubiese sido cierto. Errare humanum est, comenzaba Cicerón una célebre frase. Sin embargo, el evangelio correspondiente al día en que el arzobispo habló es el de Mc 6, 34-44. Es decir, el de la multiplicación de los panes y de los peces.
El error del periodista es sorprendente y superior al que hubiera cometido el arzobispo de haberse equivocado realmente. Mi sincera opinión es que debería incluirse en el periódico una adecuada rectificación, pues la grandeza de la persona con la que se ha cometido el error, la consideración a los numerosos fieles -y no fieles- de la iglesia que apreciamos su entrega y la labor que ha realizado y, por supuesto, el merecido prestigio que tiene el periódico, así lo demandan.
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