Hasta el día siguiente a las ocho
La grandeza de un hombre consiste en saber reconocer su propia pequeñez.
Pascal
Durante la sacrosanta de hoy (ayer) soñamos con los juegos de Gargantúa. Así que al levantarnos, como no los recordábamos todos, tiramos del libro «Gargantúa y Pantagruel», página 80 y siguientes, firmadas por François Rabelais.
¡Meca, cómo íbamos a acordarnos de todos los juegos con los que se entretenía Gargantúa! Los contamos y suman más de 260; desde a «la picardía, a la treinta y una, al taró, a la gatada, el que pierde gana, a agrandar el agujero, a la gallina ciega, a mírame y no me toques, a salto de mata, a la maleta colgada del culo, a la grúa, a para el golpe, a tirarse migas, al cabrón...». «Y después de haber jugado, paseado y saltado, comenzaba a estudiar un poco y, seguidamente, se montaba en una vieja mula que había ya servido a nueve reyes, y así, rezongando y meneando la cabeza, marchaba a ver si se le ofrecía la caza de alguna falda. Al regresar se metía en la cocina para mirar de cerca qué porción de carne había en el asador. Luego de cenar salía a la plaza, y allí, entre invites tras invites, él con sus amigos pasaban las veladas. Más tarde se iba a la cama y dormía sin despertar hasta el día siguiente a las ocho».
Amables lectores: que formidablemente llevaba la vida Gargantúa, ¿verdad? Para sí la quisiera el arriba firmante, a qué negarlo.
Despedida y cierre. Con la que está cayendo, durante la siesta del pasado miércoles, soñamos con lo que soñamos. Allá vosotras/os si nos creéis o no.
Érase una vez...
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