¿Existe la libertad de expresión en Facebook?
Facebook, uno de los portales sociales más populares de internet, puede llegar a ser, si no tienes cuidado con la gente que “agregas” como amigo, uno de los lugares más siniestros en los que puedes entrar.
Lógicamente, los usuarios tienden a relacionarse con aquellos con los que cree que tienen algo en común: defensores de los animales, amantes de la literatura, detractores de una causa común o, como fue mi caso, padres de hijos diagnosticados de autismo, trastorno de espectro autista, trastorno generalizado del desarrollo.
En un principio, no supe darme cuenta de que el grupo formado por muchos de esos padres era un círculo cerrado en el que los recién llegados no son bien recibidos si no cumples una serie de normas. La principal es la «sumisión y adoración» al dibujante catalán Miguel Gallardo, autor del libro cómic «María y yo», en el que relata unas vacaciones con su hija autista.
El libro o cómic, o mezcla de ambos, está muy bien en cuanto que da una imagen realista, pero desde una perspectiva cómica, el problema del autismo y todo él es una reivindicación a la aceptación de esta enfermedad por la sociedad. El autor resalta, por encima de todo, lo mucho que le molestan las miradas de lástima de la gente hacia su hija.
Yo, como madre de una hija diagnosticada de trastorno de espectro autista, me identifiqué rápidamente con el autor; porque si hay algo que no soporto, son las miradas de conmiseración, pena o asombro.
Pues bien, como usuaria de Facebook, le solicité que me agregara como «amiga», a lo que gustosamente accedió. Lo que yo desconocía es que este tipo es una especie de gurú para una serie de madres todas ellas de hijos diagnosticados dentro del amplio espectro del autismo.
A partir del libro, se filmó un documental titulado también «María y yo» que fue estrenado el pasado mes de abril en el Festival de Cine de Málaga, protagonizado por Miguel Gallardo y su hija María. A partir de un avance que pude ver en Youtube le conté mi parecer al protagonista y ¡oh, Dios mío, sacrilegio… destapé la caja de Pandora!
Mis críticas, fundamentalmente, fueron dos: que me parecían estupendos tanto el libro como el documental, pero que no se olvidase de que la que lleva el peso del día a día con una niña con autismo como María es su ex –ambas viven en Canarias, mientras que el dibujante, y ahora actor, vive en Cataluña– y que no entendía el hecho de que una de las reivindicaciones del libro cómic fuera protestar por las miradas hacia María y que ahora la convierta en protagonista de un documental, por supuesto, sin contar con la opinión de la niña. Le dije que eso era exponer a su hija a las miradas indiscriminadas de cualquier tipo de persona: desde la de una madre como yo, con una hija autista, hasta la de un grupo de jóvenes que se iban a «echar unas risas» a costa de María.
¿Pues saben a quién han crucificado en Facebook por haber realizado dos simples comentarios desde el respeto y la libertad de expresión? Todas las madres seguidoras de este dibujante endiosado, que ni tan siquiera da la cara, pues envía a su ex mujer como sicaria vertiendo sobre mí todo tipo de insultos, descalificaciones y mentiras… y tras ella, la pléyade de madres ofendidas y asombradas porque alguien hubiese tenido el atrevimiento de criticarlo.
Solución: clausura de mi cuenta en Facebook. Conclusión: las redes sociales necesitarían una legislación urgente porque puedes sufrir un linchamiento público como a mí me ha ocurrido.
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