Una vez más, los de siempre
Lástima de titular. Pena de noticia. Varapalo a la ciudadanía.
Las medidas anunciadas por el Gobierno central nos han dejado helados. Sabíamos de la crisis más de lo que nos contaban. Suponíamos una situación bastante peor de la que querían mostrarnos. Esperábamos unas medidas de recorte presupuestario, de reforma fiscal, de reagrupación de estamentos, de reducción de los salarios más altos, de copago en ciertos servicios, de aumento de impuestos, en fin, lo que cualquier Gobierno debe hacer para superar una situación difícil. Porque esta situación es difícil ahora que el Gobierno lo ha reconocido públicamente, y era ya difícil cuando aún se empeñaba en decirnos que estábamos a punto de salir de la recesión.
La media de las pensiones asturianas es de 900 euros (una de las más altas del país, por lo que podemos suponer lo que estarán pensando otras comunidades autónomas), y el recorte les supondrá 200 euros por año. Menos mal que nos aseguran que van a preservar las pensiones mínimas y las no contributivas. Lo que ya nadie nos puede asegurar es si mantendrán la misma idea el próximo año. Ahora bien, ¿hay que agradecerle al Gobierno tanta generosidad o es que habrían sido capaces de hacerlo?
¿Cómo es que hace sólo unos meses nos aseguraban que las pensiones no corrían peligro? Con esta afirmación los mayores invertían sus pensiones en ayudar a sus descendientes sin trabajo en estos momentos, en realizar actividades, en salir y mantenerse activos. Entre las 76 asociaciones de mayores que hay federadas en FAMPA mueven al año más de cuatro millones de euros. Con esta medida de congelación propuesta por el Gobierno, a la que hay que restarle el IVA y el resto de impuestos, que reducirán notablemente la cifra final, y sumarle el miedo fundado, el consumo e inversión de las personas mayores se reducirán notablemente, y se resentirán los monitores de los diferentes talleres y cursos, los chóferes y guías de los autocares, los establecimientos hoteleros y, por supuesto, los propios jubilados, que a estas alturas de su vida deberían sentir júbilo y no desasosiego.
Los pensionistas de hoy acumulan en sus biografías un sinfín de sacrificios y generosidad sin límites. Aun jubilados, siguen colaborando con la Administración atendiendo a los mayores y dependientes que no tienen plaza en centros públicos. A los menores, para que sus padres concilien la vida laboral y familiar. Son participativos, activos, voluntarios, colaboradores, entregados a la sociedad.
No estamos de acuerdo, en absoluto, con esta medida tan desagradecida. Si nos hubieran preguntado, a modo de consejo de sabios, habríamos hecho propuestas más sociales, más rentables y, seguramente, más plausibles, porque la sociedad española es inteligente y ya esperaba que se tomasen unas medidas, lo que pocos imaginaban era que pagarían, una vez más, los de siempre.
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