Me entrego

15 de Mayo del 2010 - Juan Luis Nepomuceno González (Mieres)

Lo reconozco, tengo un salario fijo, ¿fijo? Bueno, la mayor parte de los años, sí, congelado o con subidas por debajo del IPC real y con aumento de retenciones que hacían que perdieras dinero año a año; pero, bueno, eso es lo de menos. Teóricamente era fijo, aunque ahora, históricamente, es susceptible de saqueo a capricho.

Soy culpable, soy culpable de haber preparado y hecho una oposición, recorriendo la geografía de destino en destino, promocionándome a costa de esfuerzos personales y familiares, y siendo, justamente, claro, mal visto por unos y por otros.

Sé que lo correcto hubiera sido haber entrado en una empresa privada que pagara en nómina una nimiedad y el resto en sobres en «B» cuando aquello de la bonanza. Es posible que ahora estuviera parado, pero sería mejor visto y menos culpable de la crisis financiera.

Porque los culpables somos nosotros, los funcionarios y los pensionistas, en vez de los especuladores y los creadores de burbujas que nos deniegan ahora una hipoteca. En vez de los gestores que dejaron hacer y deshacer a los delincuentes de las fluctuaciones y la usura.

Porque el paro lo provocamos nosotros, los que trabajamos en la Administración, que eso de tener una nómina corriente y moliente, con sus deducciones bien especificadas y de cálculo automático, por mor de la Hacienda pública, es deshonesto.

Por eso ahora me atracan con un porcentaje aún por definir, porcentaje que no recuperaré por mucho que nuestra santa España crezca y vuelva a la Champions League, por mucho que volvamos a las dádivas gubernamentales de algún iluminado para pagar votos no me reintegrarán el importe del atraco alevoso.

Asumo que era necesario y tengo el pleno convencimiento, qué digo convencimiento, tengo fe ciega en que con lo que van a trincar se van a crear puestos de trabajo y se recuperará España del pozo en que la hemos metido los empleados públicos.

Me entrego, fustíguenme en una plaza pública para regocijo de empresarios, banqueros, asalariados y parados. Que la jauría me devore como catarsis y consuelo de su nefasta situación.

Tengo, a ser posible, una última voluntad, ¿alguien tiene un cigarrito? Que con el precio que tiene y en mi situación por fin me estaba planteando dejarlo, haciendo caso a este Gobierno tan benefactor de sus plebeyos.

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