En memoria de Florencio Rodríguez Díaz (Florín)
Querido amigo: La noticia, a través del teléfono, me sonó al oído igual que horrísono acorde disonante, dejándome aturdido; como si despertara de una angustiosa pesadilla. Pero la realidad se hizo presente con toda la crudeza y amargura, produciendo impotencia ante la desgracia.
A diario somos informados de mil tragedias que suceden en el mundo, y ríos de lágrimas corren por todas partes, anegando las almas y los corazones. Y a fuerza de conocer tanto mal nos volvemos insensibles, sobre todo si las penas están muy lejos, llegándonos su rumor a manera de ligero y destemplado remusgo; más cuando hay impacto de cercanía, entonces notamos estrecmecimiento en cada fibra de nuestro ser, la voluntad se rebela, y el ánimo desfallece.
Con un carácter abierto y desenfadado te hiciste ser querido por cuantos te conocimos, sintiéndonos contagiados de la alegre vitalidad que fluía de tus palabras, siempre rápidas y expresivas, sin abandonar nunca la sonrisa.
Desde hace ya muchos años eras mi amigo, y a pesar de la diferencia de edad teníamos común afición por la música y la montaña, y en nuestras conversaciones resultaban inevitables ambos temas.
Recuerdo con agrado nuestro abrazo en la cima del Torrecerredo, aquel diecinueve de agosto de mil novecientos ochenta, y no se me olvidará nunca la desbordada emoción que te embargaba, comentando que nunca habías estado tan alto. Pero ahroa, ya todas las montañas quedan bajas para ti, y cuando me encuentre a caballo de una cumbre imaginaré que estás a mi lado, y las caricias de la brisa serán como recibir tu afectuoso saludo.
Toda tu familia se ha quedado desolada, porque te fuiste demasiado pronto, en la mejor estapa de tu vida, y en esa tremenda soledad, sin tu presencia, irán desgranando los más íntimos recuerdos, como si fueran las cuentas de un rosario.
Y teniendo presente que conmigo aprendiste caminos que no conocías, quedo con la firme esperanza de que me estarás espeando para orientarme, cuando me llegue la hora de recorrer esa temida senda de la que nunca se vuelve.
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