Corrupciones

14 de Mayo del 2010 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Cuando en 1996 sale del gobierno el primer presidente socialista, deja tras de sí el catálogo de corrupciones más completo de la historia política de España. Así nos lo cuenta, palabra arriba o palabra abajo, en la edición del 13.05.10, el Sr. Vallés, una de las firmas más finas y aceradas de LA NUEVA ESPAÑA. Cada vez que por aquellas fechas aparecía por el Congreso un bronco y abroncado Felipe González, se veía obligado a abrir ante el hemiciclo aquel epítome de iniquidades por la página que le mandaban, como un representante de joyería que despliega sobre el mostrador su rutilante catálogo de quincallas.

La Sede de Ferraz se reconvirtió a marchas forzadas no en un hospital de campaña donde se corta por lo sano, sino en una especie de casa de la Celestina; un centro de cirugía fina para recomponer virginidades y recauchutar reputaciones. De aquellos lodos vienen estos cirujanos, y rostros tan curtidos como los de Fernández de la Vega o Rubalcaba, o tersos e impolutos como los de Pajín y Pepe Blanco, son ahora la cara de la virtud socialista. A la oposición la tienen sepultada de cintura para abajo y la lapida meticulosamente ese virtuoso sanedrín, pero con piedras pequeñitas pues les interesa que llegue viva aunque medio muerta a las próximas elecciones. Cada vez que interpelan al gobierno con bagatelas como la crisis, la presidencia europea o los ahorros del pobre Bono, la Vice-presidenta agita una cadena mientras grita con mayúsculas y con acento muy prusiano Gürtel, Gürtel!! Y se acabó la oposición.

A los trincones los trincaron precisamente un viernes, y a las cinco de la tarde los meten al calabozo, mientras los guardias civiles beben limonada todos, o mientras el cielo reluce como la grupa de un potro (a gusto del lector). El ministro de justicia y el juez justiciero, que andaban de cacería, desmontaron las carabinas y se fueron a cenar a un mesón de muchos tenedores, con la fiscal del caso y el jefe de la operación. No sabemos si para celebrarlo o porque el hambre y sed de justicia no entienden de horarios ni de calendarios. Dirán los estrechos que hasta en la corte de Felipe II con Antonio Pérez se guardaban más las formas, y que si esas cosas no pasaban en las monarquías absolutas y empiezan a pasar aquí, puede que la nuestra haya decaído en monarquía bananera y que veamos un día al rey presidiendo en bermudas un desfile militar. (De momento el ministro no sobrevivió al atracón y sucumbió a las pocas horas de que los suyos le celebraran un funeral in vivo, de corpore insepulto -¡Torero, torero!- El juez está pisando uno por uno los cepos por él mismo montados).

De la oposición no sabría uno qué despreciar más: si el que en los arrabales del partido se dediquen al rutinario oficio de robar, o que para arrebañar mil millones de miserables pesetas hayan necesitado un montón de años y una maraña de empresas. Cuando eso y el doble lo ventila Chaves en un pispás. Arquímedes pedía una estaca y un apoyo para quitar de en medio al mundo. Chaves le dice a la secretaria pásame la pluma que el apoyo ya lo pongo yo. Y zas, con esa cosa tan liviana que es la firma de papá (la imponderable levedad del ser, apenas cuatro patas de mosca sobre una cuartilla de papel verjurado), diez millones de euros de plata de ley, garantizada por Trichet (que es francés y en francés tricher es hacer trampa), pasan de las arcas públicas a la empresa de Paulita.

Paulita era una becaria que pasaba por allí y en quien una empresa sueca tuvo el altruismo de fijarse y el acierto de nombrarla apoderada. Por una de esas ventrosas coincidencias que se producen a veces en la coyuntura económica, la becaria resultó apellidarse Chaves (como papá ¡Qué casualidad!). La becaria apoderada desliza la cuartilla en el talego de Vuitton, como quien no quiere la cosa, ya que la atención la tiene puesta en el nudo escorado de la Hermès de papá (que este papá siempre tan desastre). Y sin más, que ya es bastante, se aleja muy esbelta por los altos corredores de Carrara de la Presidencia de la Junta de Andalucía. Y cuando los dos tacones eran cuatro resonancias, papá el Presidente, con la Hermès ya aplomada, se queda un segundo traspuesto contemplando, como en un preludio de eternidad, esa belleza sin concepto en que el poder y el amor se trenzan en el mismo tronco y es imposible ejercer el uno sin acrecentar el otro. Vete tú a saber si esa fugaz trasposición le vino al presidente del sutilísimo efluvio del papel verjurado o de la maceración narcótica de jazmines y resina de ciprés recalentado que asciende del Parque de María Luisa. Nunca, en todo caso, del relente de la pasta trasegada; que el dinero, ya lo dijo Diocleciano, es inodoro. Para entonces la abejita ya llegó a la colmena sueca con su ingrávido botín, después de atravesar, milagrosamente incólume, la diafanidad de un cielo plagado de vencejos veloces y voraces, cuando un sol que dicen de justicia bebe hasta el ápice la sombra del naranjo.

No estaríamos glosando este episodio feliz a la par que edificante, si no hubiera esa derecha cainita que no ceja, siempre pronta a mancillar lo santo. Cuando hasta el cardenal de Sevilla bendeciría ese gesto de paternidad responsable (¿Acaso no se llama, su eminencia, Amigo?) A ver si por lo menos entendemos ese empeño de la izquierda en educar a nuestros hijos para la ciudadanía: en democracia, porque nadie les iguala su currículum de insurrecciones, golpes de estado y checas; en honradez, porque tienen ese catálogo tan completo y recentísimo de corrupciones.

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