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Nadie podrá con la Iglesia

18 de Mayo del 2010 - Julio García García (Oviedo)

Creo que en la Iglesia cabe distinguir dos aspectos: la Iglesia como institución y la Iglesia como organización.

La Iglesia como institución fue fundada por Jesucristo, que es su cabeza, y es una, Santa, Católica y Apostólica, está siempre asistida por el Espíritu Santo y tiene todos los medios espirituales para el cumplimiento de su misión de salvación y santificación de las almas.

Por fin, la Iglesia es la más trascendental de todas las instituciones existentes y el cumplimiento de su doctrina no solamente nos lleva a la vida eterna, sino a la relativa felicidad temporal.

Creo que la solución de los problemas políticos, económicos, sociales y morales que existen en el mundo solamente será posible en la medida en que los hombres cumplan con los preceptos de la Iglesia.

La Iglesia ha sido y es objeto de persecuciones, martirios, tergiversaciones e incomprensiones, pero ahí está, extendida por todos los continentes, por todas las naciones, profesada por personas de todas las razas, de todos los niveles intelectuales, sociales, económicos y culturales.

En ella se cumplen las promesas de Jesucristo de que las fuerzas del mal no podrán nunca con ella.

La Iglesia, en cuanto organización integrada por personas, nunca estará libre de las debilidades humanas y en este sentido siempre será pecadora, pues ni la condición sacerdotal exime del pecado.

Actualmente cuenta la Iglesia católica con unos cuatrocientos mil sacerdotes, por lo que sería casi un milagro que no hubiese entre ellos algunos casos de desertores, traidores, corruptos o pecadores graves.

Es normal que los casos de pederastia existentes hayan producido gran escándalo, dada su extrema gravedad, pues de los ministros de Jesucristo todos esperamos que sean ejemplo de virtudes y lleven una vida santa.

Nadie siente tanta indignación, tanto dolor y tanta tristeza como la propia Iglesia, especialmente el Santo Padre, pero debemos reconocer que la reacción contra los culpables ha sido enérgica y radical.

Nos parece exagerado y causa tanta indignación el que algún prelado, avergonzado ante hechos tan aberrantes, no tomase las medidas radicales que se debían ¿qué familia no se resiste a divulgar los hechos vergonzosos de sus miembros?

Los enemigos de la Iglesia, que son muchos y poderosos, aprovechan estos casos para atacarla y desprestigiarla, sacando incluso consecuencias improcedentes, como el ataque a esa institución fundamental que es el celibato sacerdotal.

Estos hechos, tan dolorosos, en modo alguno pueden influir negativamente en nuestra fe, pues los católicos sabemos que la Iglesia está muy por encima de los pecados de sus miembros y la verdad y la bondad de la doctrina católica no dejan de serlo porque alguno, faltando a sus deberes, actúe al margen de ella. En los que debemos fijarnos y servirnos de ejemplo son en esa inmensa mayoría de sacerdotes virtuosos y de vida santa.

La Iglesia sí debe tener sumo cuidado en que la escasez de vocaciones no suponga disminución en la rigurosa exigencia tanto en la selección como en la formación de los llamados al sacerdocio.

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