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El feminismo, sus modelos y el derecho a discrepar

29 de Febrero del 2020 - Salustiano García Fernández

El feminismo no puede ser abordado como una ideología unívoca, sus diversas expresiones como movimiento social se suelen clasificar y diferenciar a través de “olas” que se van sucediendo unas otras a través de la historia del movimiento.

Con ánimo de síntesis, podemos enmarcar dicha cronología histórica del movimiento desde los inicios del Renacimiento, ya en los siglos XV y XVI, en el que mujeres de cierta influencia social por su posición comienzan a reclamar derechos y a hacer notar el papel de la mujer, socialmente relegado.

La primera ola feminista se va a expresar, ya con más fuerza, a caballo de las revoluciones liberales del siglo XVIII, con la lucha por el acceso a la “ciudadanía”: el derecho a la participación política, el acceso a la educación, etcétera; todo ello se enmarca en un discurso feminista de carácter liberal, sufragista e ilustrado. En estos tiempos de la “primera ola” el modelo de relación “hombre/mujer” era el de la subordinación, es decir, caracterizado por la desigualdad.

La segunda ola feminista se caracteriza en su carga de movilización por la influencia desde una óptica ideológica marxista y socialista (un punto de referencia fue el Mayo de 1968). Friedrich Engels: “La liberación de la mujer exige, como condición primera, la reincorporación de todo el sexo femenino a la industria social, lo que a su vez requiere que se suprima la familia como unidad económica”. Esta segunda ola es sucedida por una tercera ola feminista, responsable en sus postulados de la aparición de la denominada “ideología de género”. A partir de ahí, el feminismo amplía sus objetivos y el campo de actuación es mucho más extenso, en una especie de ingeniería social mucho más compleja que entra de lleno en el ámbito de lo cultural.

El modelo de relación hombre/mujer pivota, en esta tercera ola, sobre una posición de igualitarismo a ultranza, se pretende eliminar toda diferencia, se acude a un reduccionismo culturalista en el que la persona es un producto, en exclusiva, cultural; este es el contexto de la “ideología de género”. La radicalidad de las posiciones va en aumento dado que afecta de lleno a otras posiciones diversas en cuanto a creencias, costumbres, moral, etcétera. Se convierte en una especie de neomarxismo (también llamado marxismo cultural) y psicoanálisis (autopercepción de identidades sexuales, autoconstrucción del género individual desligado del propio sexo biológico). Simone de Beauvoir (1948): “No se nace mujer, llega uno a serlo”, “el sexo como dato biológico no tiene relevancia, el género lo es todo”). Kate Millet (1969): “La familia, principal institución civil que reproduce la estructura patriarcal”. Shulamith Firestone: “Las feministas tienen que cuestionar no solo toda la cultura occidental, sino también la organización de la cultura en sí misma, e incluso la propia organización de la naturaleza”. Zillah Eisenstein (años ochenta): “La meta del feminismo será reventar el sistema patriarcal y con ello el sistema capitalista”, “la clase sexual no está oprimida biológicamente, está culturalmente reprimida, nuestro blanco de ataque será la heterosexualidad”.

Hacia los años noventa surge una cuarta ola feminista, también denominada “ideología queer”, en la que se alcanzan los parámetros más intensos con la deconstrucción de las nociones conocidas de género y sexualidad al manifestar que “no hay nada que pueda ser denominado mujer”. Monique Wittig: “La mujer no existe”, “la distinción entre sexo y género no existe como tal”. Judith Butler, se busca la deconstrucción de toda identidad, se impone la contrasexualidad (Beatriz Preciado).

Podemos concluir con lo expuesto hasta aquí que existe un “hilo conductor” desde la segunda ola feminista hasta la cuarta ola, una especie de proyecto común de construcción social donde se intenta acabar con el paradigma familiar matrimonial heterosexual por su reproducción del sistema capitalista en una estrategia de “batalla cultural”.

El contexto en el que se mueve la actual ideología de género es un intento de construcción de una ingeniería social profunda, afín al modelo igualitarista de relación hombre/mujer, se rechaza cualquier relación entre el sexo (lo dado biológicamente) y el género (lo construido culturalmente con la autopercepción de la propia sexualidad).

Subtítulo: La necesidad de establecer las bases para la batalla ideológico-cultural contra el feminismo de la primera ola

Destacado: Hay que poner en valor un modelo de complementariedad, reciprocidad y corresponsabilidad en la relación hombre/mujer

Las diferencias se dan en exclusiva en el plano cultural, constituyendo un único e intenso reduccionismo culturalista, que es el que actualmente impera en el discurso del movimiento feminista.

Dicho todo lo anterior, introduzco la necesidad de establecer un derecho a la discrepancia sobre los modelos anteriormente descritos de relación hombre/mujer con una única percepción social a través del prisma cultural. Un derecho a establecer las bases para la batalla ideológico-cultural contra el feminismo de la primera ola o feminismo del modelo de la subordinación y contra el modelo de relación hombre/mujer de los posteriores feminismos cuyo fundamento es el del igualitarismo (ideología de género).

Hay que poner en valor, desde mi punto de vista, un tercer modelo de relación hombre/mujer: es el modelo de la complementariedad, reciprocidad o corresponsabilidad, que intenta hacer compatible la igualdad y la diferencia entre el hombre y la mujer. Son manifiestas las diferencias a nivel genético, hormonal e incluso psicológico, que nos hacen iguales y distintos en todos los niveles físicos y psíquicos, en el modo de ver la realidad y de solucionar los problemas y, más profundamente aún, en el modo de establecer relaciones con los demás. La experiencia muestra que cuando actúan complementariamente masculinidad y feminidad se da una potente fecundidad social.

Es imprescindible huir de planteamientos radicales en el feminismo que tratan de imponer un discurso totalizador, desgarrador, incluso histriónico, donde se mezclan terminología errática, estereotipada y movilización globalizada. El disenso en el debate produce de inmediato la acusación, la señalización del “potencial discriminador” por su insensibilidad hacia las “otras identidades”, no hay sosiego en el análisis, casi todo es evidente y se hace muy necesario poner un poco de sentido para hallar los caminos conducentes a la corrección de las desigualdades.

Hay que superar los reduccionismos de uno y otro signo y avanzar en el tercer modelo de relación hombre/mujer: el de la complementariedad/reciprocidad y corresponsabilidad.

El Estado no puede asumir una ideología concreta e imponerla a toda la sociedad con una visibilización obligatoria en términos legales. En materia de sexualidad existen opiniones y criterios distintos en una sociedad pluralista amparada por la libertad ideológica y de pensamiento. Se puede asegurar que un modelo exclusivo en “confesionalismo de género” asociado al feminismo imperante es un riesgo para las libertades y para el propio Estado de derecho.

El ser humano no es solo cultura, sino que construye su historia en un diálogo permanente con la naturaleza y sus condicionamientos. Los promotores del actual feminismo imperante del género rechazan la diversidad original de la naturaleza, atacan el corazón de la antropología relacional: la dualidad hombre/mujer que es constitutiva de la vida humana y tiene un significado ético de primer valor.

Nos encontramos, por lo tanto, con un movimiento feminista de “género” cooptado por dicha ideología acientífica e impositiva, lo que nos faculta para el ejercicio del derecho a la discrepancia y a “dar la batalla” en contra de sus postulados.

Salustiano García Fernández, militar, sociólogo, politólogo y abogado

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