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¿Quo Vadis, Sespa?

10 de Marzo del 2020 - Paloma Lequerica Fernández (Oviedo)

Circula por la red una noticia conocida como "El misterio de la habitación 311". Según ella, en un hospital sudafricano existe una habitación con ese número ocupada por pacientes graves sometidos a cuidados intensivos. Cada viernes, al iniciarse el turno matutino, las enfermeras encontraban un paciente que había fallecido durante la noche. Dada la gravedad de la patología que padecían, inicialmente no extrañó esta situación, pero ante su inexorable repetición semanal se inició una investigación. El fruto de la misma permitió comprobar que cada viernes, a las seis de la mañana, la encargada de realizar la limpieza de la habitación desenchufaba el respirador al que estaba conectado el paciente para conectar su aspirador. La causa de la muerte de los pacientes era, por tanto, que se permitía trabajar sin control alguno a una persona que ignoraba todo sobre lo que acontecía en la habitación 311. Quizás ésta sea una historia falsa, pero "se non è vero, è ben trovato", por lo que a continuación comentaré.

El Sespa, con el apoyo entusiasta de los sindicatos, acaba de modificar los criterios de contratación de personal en los cuales se multiplica el tiempo trabajado por seis y se reduce el valor de otros méritos un 25%. Algunos ejemplos de la nueva situación son los siguientes:

Cinco meses trabajados valen más que una tesis doctoral con la calificación de sobresaliente cum laude.

Un año trabajado vale más que una calificación de 10 en una oposición.

Dos años trabajados puntúan más que todo el apartado de formación académica... y todo ello para seleccionar personal para un hospital en cuyo nombre se halla incrustada la denominación de "universitario".

Existen numerosos ejemplos de horribles errores médicos recogidos en la literatura. Obviamente no existe el riesgo cero y no es posible definir una sola causa de errores médicos. James Reason propuso un modelo de generación de errores conocido como del "Modelo del queso suizo", según el cual factores latentes incrustados en el sistema crean una ventana de oportunidad para que se desencadenen errores activos que den lugar a accidentes y errores. Uno de esos errores latentes es una mala política de contratación de personal. Basándose en una tira cómica, Scott Adams definió el principio de Dilbert, cuyas consecuencias potenciales son más trágicas que cómicas. Según él, las empresas tienden a ascender, en este caso cabría decir contratar, sistemáticamente a sus empleados menos competentes. La antigüedad no es en absoluto indeseable. Todo lo contrario, es un valor añadido si antigüedad y perfeccionamiento profesional fuesen de la mano. Pero si fuese así, el orden de candidatos en las listas de contratables según la antigüedad no diferiría sustancialmente cuando se añadiesen los méritos (académicos e investigadores). Cuando lo contrario es lo cierto, se convierte en un valor supremo el hecho de "calentar" una silla durante años, sin ninguna aportación complementaria o adicional.

Un sistema que carece del talento necesario para reconocer el talento está abocado a la extinción. Y si, además, está financiado con recursos públicos, se convierte en un generador de injusticias para los esforzados profesionales y para los exhaustos contribuyentes. Ni unos ni otros ven satisfechas sus justas expectativas.

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