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La ley Celaá ¿y la educación...?

9 de Marzo del 2020 - José Sancho Gorostiaga (Oviedo)

En pleno trámite para la aprobación de la nueva ley Orgánica de Mejora de la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE), que será la quinta desde la ley General de Educación (LGE) de 1970, la opinión pública da cuenta del manoseo que, a modo de nueva ley, se hace de la educación a cada alternancia de Gobierno.

Y es cierto; cada Ejecutivo, sea de izquierda o derecha, intenta evacuar una nueva ley en función de su ideología: primando la educación pública, gratuita, universal, laica, con orientación de género, etcétera, o por el contrario primando una educación universal, gratuita, de calidad, exigente, meritocrática, etcétera.

Por desgracia, este Gobierno, como los anteriores, vierte en la ley sus fobias y sus filias, sus dejes e influencias. La ley será, como siempre, por el bien de nuestros hijos/sus ciudadanos, que les capacitará y formará en competencias más acordes a nuestros tiempos. Pero no es menos cierto que en las pruebas realizadas en lo que llevamos de siglo por "Programme for International Student Assessment" (PISA), Estudio Internacional de Progreso en Comprensión Lectora (PIRLS) y Estudio Europeo sobre Competencia Lingüística (EECL), que evalúan las competencias de nuestros estudiantes, no dejan precisamente en buen lugar el nivel de nuestro sistema educativo.

No todo es malo, por supuesto, la universalización y gratuidad de la educación es una realidad positiva y la integración en un bien objetivo, etcétera. Pero no es menos cierto que la exigencia, valoración del mérito y la capacidad han sido soslayadas en nuestros centros docentes y que la autoridad –no autoritarismo–, el respeto y las buenas formas se encuentran en horas bajas.

La LOMLOE (2020), que el pasado 3 de marzo aprobó el Consejo de Ministros, retoma los mantras de la izquierda, que tan bien ha sintetizado la ministra Celaá en su epítome: "No podemos pensar de ninguna manera que los hijos pertenecen a los padres". Pues a ello, vuelve el ataque a libertad de elección de centro educativo, a poder pasar de curso –promocionar, dicen– con asignaturas suspensas, a discriminar a los centros de educación diferenciada, ideologizar en múltiples materias y contenidos con su "orientación con perspectiva de género e inclusiva", y a las frases grandilocuentes y vacías como "la educación intercultural y la educación para la transición ecológica y la comprensión internacional", etcétera.

Cada vez que gobierna el PSOE aprueba una ley de educación –esta será su cuarta ley– peor que la anterior, sin reconocer que cuando la educación pública es de calidad, es exigente y prima el esfuerzo y la capacidad, se convierte en el mayor trampolín de ascenso social para aquellos que menos tienen. Oídos sordos, esta ley va contra todo lo anterior y la sufrirán nuestros niños y jóvenes, y por ende nuestra sociedad. Ahí lo dejo.

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