Cardenal Omella

30 de Marzo del 2020 - Antón Corostola (Avilés)

Cada vez que llega al poder un gobierno de izquierdas, lo primero que se le ocurre es tratar de entorpecer la labor de la Iglesia Católica. Hay excepciones, pues gobernando Felipe González, su vicepresidente, Alfonso Guerra, dio muestras de señorío en su relación con ella.

Hoy estamos de nuevo con el intento de rebajar la enseñanza de la religión por debajo del valor que tuvo en algunos gobiernos de Franco la Formación del Espíritu Nacional. Yo que la conocí, no servía para nada, es más, don Víctor en el San Fernando de la Magdalena en séptimo curso para presentarnos al examen de Estado en la Universidad, nos aprobaba los siete cursos de un "plumazo".

Pero lo peor no es eso, lo peor es el intento de suprimir la enseñanza concertada, y el peligro, en mi opinión, ojalá este equivocado, lo tenemos en casa.

En la entrevista en la COPE entre Carlos Herrera y el reciente presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Omella, aragonés de nacimiento y catalán de hecho (parece cierto que uno no es de donde nace sino de donde pace), a una pregunta sobre el tema contestó que por la baja natalidad sobrarán puestos de trabajo y por ende colegios, dando a entender que habrá que cerrar colegios concertados. Buena ocasión tuvo para expresarse, pero no lo hizo. Si sobran colegios, lo lógico sería amortizar los más costosos para el Estado y, por tanto, para la sociedad que los mantiene con impuestos. Es claro que al Estado los concertados les resultan más baratos que los públicos, no menos eficientes, y los padres llevan a ellos a sus hijos de manera absolutamente voluntaria. Tengo un amigo religioso (fraile) con una gran experiencia adquirida en Argentina, Cataluña y Castilla con el que desayuno cuando por vacaciones él está en Avilés y es experto en enseñanza. Siempre dice que los colegios auspiciados por la Iglesia deben esforzarse en la calidad y servirán para, a través de los hijos, acercar a la Iglesia de nuevo a sus padres, que se alejaron de ella. Es un buen propósito, pues una de las razones de que la izquierda trate de suprimir los colegios concertados es que no le interesa una Iglesia fuerte. Cuanto más fuerte sea la Iglesia, más labor social podrá hacer. Yo no veo nunca colas en las sedes de los sindicatos para solicitar ayuda, pero si las veo en la iglesia de Sabugo, de tal manera que hice algún amigo entre los que la piden y en la medida de mis posibilidades ayudé. Hoy me enteré de que a uno de los que ayudaba no podré ayudarle más, pues con el tesón, los consejos y la ayuda del párroco regresó a su tierra con su familia.

Lo mismo que me llama la atención el furibundo ataque de Atresmedia a Cayetana Álvarez de Toledo, me asombra la unanimidad de los obispos en la elección de su presidente, pero con menos inteligencia a mi juicio, pues han puesto todos los huevos en la misma cesta, pero repitiendo, a mi juicio, en la equivocada.

Esto no es una crítica a la Iglesia, de la que formo parte, es una a una sociedad espiritual pero también social cuando creo que se equivoca, aunque el equivocado pueda ser yo.

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