Dudosas prácticas en torno al fútbol infantil
Empieza el fin de semana y con él, infinidad de actividades deportivas, tanto en instalaciones públicas como privadas. El sábado 8 de febrero nos desplazamos a Gijón, donde nuestro hijo de 7 años, prebenjamín, jugaba su partido de fútbol en un colegio público. A la entrada había una persona en representación del club local cobrando una entrada de dos euros.
Mi marido dijo que, “sintiéndolo mucho, no iba a abonar la entrada, puesto que no estaba de acuerdo con dicha práctica”. El sujeto en cuestión le amenazó con llamar a la Policía Local, a lo que mi marido contesto: “Adelante”, puesto que creía que la razón le asistía. Esta persona no esperaba dicha reacción y ante el sentimiento de impotencia comenzó a insultarle. Algunos de los padres del equipo local se sumaron a este comportamiento. Los descalificativos fueron subiendo de tono, llegando a rodearle, mientras él permanecía inmóvil en el medio del círculo. Todo esto sucedía en presencia de niños de 7 años.
Ante esta situación, uno de los entrenadores de nuestro equipo, un chico joven, en la veintena, salió en defensa de mi marido. El resultado fue lamentable, se llevó un bofetón por parte de un padre del equipo rival. Por suerte, este actuó como un caballero, retirándose con los niños al vestuario, ya habían visto suficiente.
Cuando en su día apuntamos a nuestros hijos a deporte nuestra máxima era que aprendieran los valores que este creemos debería transmitir: compromiso, esfuerzo, trabajo en equipo y, sobre todo, respeto hacia los demás.
¿Dónde han quedado los valores? ¿Qué ejemplo estamos dando a nuestros hijos? ¿Vale todo en el fútbol?
Millares de niños disputan partidos, exhibiciones, carreras, pero solo para unos esto tiene un coste, los niños del fútbol, ¿por qué?
En el fútbol desde las categorías inferiores (prebenjamín, 6 años) los padres nos vemos obligados a pagar un “impuesto revolucionario” por el simple hecho de querer asistir al partido de nuestros hijos. Dicha tasa viene impuesta por el club local, quien está tomando por costumbre poner a alguien en la puerta de las instalaciones donde se disputará el partido a cobrar una entrada. El precio medio oscila entre los tres euros en las categorías inferiores a los cinco en un campo grande. De modo que un matrimonio con dos hijos que jueguen a fútbol, dependiendo de la categoría en la que estén, podría destinar hasta 20 euros por fin de semana.
La mayoría de los padres no consideran lícito el cobro de una entrada, pero acaban pagándola para evitar situaciones delante de menores como la que vivimos nosotros. Pero realmente, ¿hay que sucumbir a todo? ¿Es el fútbol de nuestros hijos un espectáculo sujeto a entrada?
En base a nuestra experiencia, la mayoría de los clubes que se rigen de este modo, curiosamente, utilizan instalaciones públicas, que hasta donde sabemos son cedidas gratuitamente, si bien es cierto que el equipo local asume los honorarios del árbitro. Pero no olvidemos que los niños que practican la actividad abonan una cuota mensual que ronda los 30 euros de media. Por lo que, si su actividad les resulta deficitaria, deben intentar sanearla incrementando las cuotas a las familias de sus jugadores. Pero lo que no puede hacerse de ningún modo es esconderse tras el cobro de una entrada, que no cumple con los requisitos establecidos por la ley y sin garantías de dónde realmente termina ese dinero. ¡Además, en muchos casos en el tique que te dan pone “donativo”!
¿Y qué pasaría si se provocase un accidente en dichas instalaciones? ¿Tienen un seguro contratado para dicho espectáculo?
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