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Algunas personas buenas

26 de Mayo del 2010 - Enrique Álvarez Santullano (Oviedo)

Vas haciendo tu camino a lo largo de una vida y apenas reparas en ellas. Sobre todo si durante ese trayecto tu mirada esta fija en una meta. Así, obcecado en esa lejana luz, te pierdes las maravillas del paisaje. Puede que cegado por ese brillo embaucador la distinguida fauna te pase desapercibida, o que incluso jamás las encuentres. Si por el contrario te detienes un momento, asumes la irracionalidad de tus objetivos, y mantienes los radares bien orientados, una suave brisa separará la paja del grano, y es posible que se muestren en todo su esplendor. Sólo entonces las reconocerás. A pesar de su variedad, tienen rasgos muy comunes. Con el paso del tiempo resulta más sencillo dar con ellas. Sin embargo nunca debes buscarlas. Has de saber esperar y, sobre todo, estar preparado.

Las mujeres presentan en su madurez un pacto secreto con el discurrir de los años. Conviven en armonía con el tiempo. Suelen tener una piel suave de finas arrugas. Su mirada es serena, los movimientos son pausados y el eco de su voz viene de lejos. Por su parte los hombres tienen barba o cabello blanco, visten ropas modestas, caminan con elegancia, y son educados y de trato directo. En ambos casos sonríen con todo su cuerpo y, como el cerco de la luna, un brillo sutil rodea su silueta. Son generosos pero no derrochan. Hablan poco. Aunque no suelen ofrecer ayuda, si la necesitas te la darán sin que te des cuenta. No viven en grandes mansiones ni conducen coches caros aunque a algunas les gusta la velocidad. Conocen todos los placeres de la vida. Ahí es donde pueden serte muy útiles y mostrarte alguno aún desconocido para ti. No critican ni hablan de política, no piden favores, no son materialistas, y son muy agradecidos. Si no las ves después un tiempo puedes olvidar sus nombres e incluso su cara, pero jamás lo que te han enseñado. No piden nada a cambio de mucho. No miran atrás. A pesar de que no siempre están leídas, todas están cultivadas. No les gusta molestar. No gritan. Son solidarias pero individualistas; raramente se asocian, y jamás se comprometen. Todas tienen algo que no se nombrar con exactitud. Quizás clase se le aproxime. Seducen y respetan. Reconocen la belleza en las cosas sencillas y suelen ser optimistas. Mantienen en el plano filosófico una aptitud de ávido aprendizaje de la vida; como lobos que siempre quieren más. Respetan a los animales y aman la naturaleza.

A medida que te alejas de los núcleos urbanos aumenta su proporción, aunque es seguro que las encontrarás también en tu barrio. Generalmente desarrollan profesiones comunes: carpinteros, camareras, representantes, dependientas, jardineros, pintores de brocha gorda, funcionarias.. Prefieren el anonimato a la fama. Los conocemos por sus nombres de pila o sus motes. Para las que en el ejercicio de una actividad, generalmente relacionada con la creación artística, han alcanzado la gloria, usamos sus extraños apellidos: Rostropóvich, Piñón, Kapuscinski, Berger.

Hay un único rasgo común a todas ellas. La humildad. Debido a su naturaleza impar, suelen ser tomadas por locas en tiempos de crisis.

Si usted ha llegado hasta aquí ya sabe de qué le hablo. Es posible que durante la lectura haya reproducido la cara de alguna de estas personas o, tal vez, sea usted una de ellas.

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