Por fin, periodismo serio
Desde hace unos días me atrae, de manera importante, el trabajo de un periodista destinado en Cuencas (¿?) que viene analizando hechos y situaciones en unos relatos que nada tienen que ver con los que leemos actualmente, sencillamente porque implican seguimiento e investigación y no exclusivamente transmisión de notas.
Me refiero y es necesario mencionarlo al firmante M. A. Ordóñez, al que no conozco más que por sus textos y que últimamente viene haciendo análisis y seguimiento de noticias importantes para el municipio de Mieres, en ocasiones para ambas Cuencas, con elementos de credibilidad suficientes para estimar muy en serio su trabajo.
Los dos últimos temas que analiza han sido la pérdida constante de población en las Cuencas, y de manera especial en la del Caudal, y en días próximos pasados, los incumplimientos últimos del Gobierno en el plan Vasco-Mayacina.
En ambos casos únicamente se dedica a analizar datos sin llegar a conclusiones, por cuanto no le corresponden a él. Ejerce de memoria colectiva en unos momentos en que ésta es muy frágil, quizá porque las mentiras se van pisando unas a otras y la mente inteligente desconecta, o bien porque la sociedad se ha instalado en la resignación más desastrosa, por cuanto los que están bien no necesitan memoria y los que aprecian los engaños deciden finalmente protegerse, tirando de la cadena de la resignación, a la vista de las pocas opciones que tienen durante cuatro años.
Está claro que ambos campos le darán al periodista argumentos y temas suficientes para un artículo diario, como mínimo. Si además decide adentrarse en hechos que afecten a la comunidad, tendrá temática suficiente para su vida profesional, que deseamos muy larga y exitosa. No tiene más que tirar de hemerotecas (y tiene una importante a mano), hacer seguimiento de promesas, anuncios, profecías, etcétera, tomando nota de aquéllos que las hacen (observará que son un grupo muy reducido), y aplicar los sistemas de investigación que conoce para publicar los hechos.
Solamente nos queda pedir que sus jefes nos permitan leer su trabajo. No vaya a ser que lo que de los mismos se obtenga sea contrario a los intereses empresariales y/o políticos y, en consecuencia, nos quedemos sin leerlo y, lo que sería peor, él se convirtiese en la voz de su amo, como ocurrió con algunos antecesores suyos. Que así no sea.
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