Dejadnos seguir siendo la voz del Oviedín
Vivo en Madrid, tengo 26 años, soy del Oviedo desde niña. Desde Pirri, Jerkan, Elcacho, Armando y Gorriarán; Miera, Irureta; Jankovic, Viti, Jokanovic y Carlos.
El domingo voy a ir a Oviedo, y al ver el precio de las entradas me he preguntado si podré ir al partido. Con el resultado en contra, el campo debería ser una bombonera, a reventar, hay que asustarlos, morir o matar. Pero el problema no son los 40 (no socios) ni los 10-20 (socio); el problema son los sólo 25 que cuestan las entradas enviadas al Pontevedra.
No pedimos discriminaciones, pero sí al menos equidad. Mismos precios al público para todos. Qué importan los acuerdos entre clubes, de qué sirven los compromisos si no se respeta el más importante, el primero de ellos: el compromiso para con la afición. Para con nosotros.
Nosotros estábamos allí en el ascenso de Mallorca, en la UEFA del Génova, en las gloriosas temporadas de los noventa, con Antic peleando por entrar en puestos de Europa. Estábamos allí en las victorias, en los días de vino y rosas. Nosotros éramos la voz.
Nosotros estábamos ahí en las derrotas. En el descenso a Segunda. Y estábamos allí en el partido del Albacete, que nos bajó a Segunda B.
Y seguimos estando en el verano de 2003. Cuando quisieron robarnos los colores, el escudo, el nombre. Incluso cuando quisieron robarnos el sentimiento. Estuvimos allí. Cuando nadie quiso estar, navegamos mareas, mareitas y mareonas, y nadie sabrá nunca cómo pudimos empezar la Liga.
Éramos la voz ronca cada lunes.
Nosotros, y no ellos, quitamos la nieve del campo; nosotros, y no ellos, recorrimos barrizales primero por Asturias y luego por España.
Estábamos ahí con la alegría del Ávila y el Mallorca B, pero también eran nuestras las lágrimas del Arteixo y del Caravaca.
Hemos sido la voz, tantos años, incluso cuando quisieron apagárnosla. Llevamos siete años esperando por esto. El domingo, dejadnos seguir siendo su voz.
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