La peste del siglo XXI
En 1348 llegaban a Europa rumores de una terrible epidemia surgida supuestamente en China, que a través del Asia Central se había extendido por India, Persia, Mesopotamia, Siria, Egipto y Asia Menor. Parece ser que unos barcos genoveses y venecianos, cargados de especias, llegaron a puerto procedentes del mar Muerto con su tripulación muerta o medio enferma y alertaron de que algo grave estaba pasando. Se trataba de la peste, le epidemia más terrible de la historia. La rata negra –buena pasajera de los barcos– la fue extendiendo por toda Europa, también por España, causando unos veinticuatro millones de víctimas. Duró varios años.
Confieso que al ver los estragos del coronavirus, a medida que ha ido invadiendo Europa y el resto del mundo, pensé en este suceso que cambió la Edad Media. Sin embargo, en aquel entonces se desconocía el término contagio y apenas hubo alarma social al respecto. Ahora todo es vertiginosamente rápido, todo se hace viral, y el contagio –sobre todo el psicológico–, en una sociedad megaconectada e hiperglobalizada, es más fulminante que el rayo.
Hay foto. Preguntar a los del OPI.
SUMARIO: Los estragos del coronavirus una semana después de la marcha feminista del 8M
DESTACADO: Quizá después de este parón forzoso, después de este aprendizaje, saldremos fortalecidos como personas y como país
Es más, aquí el Gobierno conocía lo que se nos venía encima. El pasado 3 de marzo, el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC) advirtió en un informe del riesgo que se corre en los encuentros multitudinarios, donde se dan todas las condiciones de un aumento de casos importados de COVID-19. Sin embargo, el 8 de marzo Madrid acogió la marcha feminista con 120.000 participantes apoyada por nuestro Gobierno y desde ese día los casos en Madrid comenzaron a propagarse, empezando, claro está, por las que encabezaban dicha manifestación: Begoña Gómez, la mujer de Pedro Sánchez; Irene Montero, ministra de Igualdad, y Carolina Darias, al frente de la cartera de Política Territorial y Función Pública. Pero primaban otros fines más ideológicos.
Tanto y tan rápido se propagó que desde la mañana del domingo 15 –justo una semana después del evento feminista– se veían las consecuencias del estado de alama anunciado por Sánchez este sábado en una comparecencia que se hizo esperar siete horas. ¿Qué pasó en las bambalinas de ese Consejo de Ministros cuando a muchos nos llegó horas antes un wasap con el texto íntegro de la intervención del Presidente? Como las redes lo cuentan todo, hubo más que palabras entre Nadia Calviño y Pablo Iglesias (por cierto, con su pareja en cuarentena y él en el Consejo de Ministros sin ningún tipo de protección), que aprovechando semejante coyuntura quería nacionalizar las eléctricas e intervenir los medios de comunicación. ¡Indignante!
Prefiero pensar en el personal sanitario, ellos sí que son ejemplares. Y en las 288 víctimas y en los cerca de 8.000 contagios que ya se contaban la tarde de ayer (domingo). Y en los españoles, que siguiendo a rajatabla lo que pide la autoridad idean mil iniciativas para aguantar en sus casas, con teletrabajo, viendo cómo sus negocios, en muchos casos, se les van al garete.
Vamos a vivir unos días duros, en los que tenemos que ser capaces de lo mejor, aunque también podemos –por las difíciles circunstancias– serlo de lo peor. Donde todos unidos, y en casa, tenemos que aprender a hacer del limón limonada.
Otros que nos precedieron –por supuesto, los de la peste negra– también vivieron momentos terribles y el mundo siguió. Quizá después de este parón forzoso, después de este aprendizaje, saldremos fortalecidos como personas y como país. Quizás era necesario que algo nos hiciera vulnerables para dar una frenada a nuestra vida, mirar a los lados –a la familia, a las necesidades de otros–, y también al Cielo, pues alguien por encima tiene la última palabra. Igual que la Edad Media cambió tras la peste, también nuestra sociedad tendrá un antes y un después tras el coronavirus.
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