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La pandemia que nos duele (II)

16 de Marzo del 2020 - David Muñoz Vida (Grado)

Cuando uno ve que se le puede hundir la casa, no puede esperar a que se le caiga encima, tiene que apuntalarla mucho antes. En España, todos nuestros gobernantes y supuestos expertos en sanidad, ¿qué hicieron? Se dedicaron a pensar en manifestaciones, en politiqueos y en banalizar la situación que ocurría allende nuestras fronteras y se avecinaba (a la que muchos colegas contribuyeron con evidente mendacidad) y a dejar pasar a todo el mundo por ellas sin poner en cuarentena a todo el que se acercara a ellas por aire y tierra y bloquear la entrada al microscópico asesino que se nos venía encima. No me consuela que sea mal de muchos y que otros países actuasen del mismo modo, eso solo me indica que hay mucho irresponsable en todas partes. ¿Qué hizo la OMS? ¿Cómo no vio venir esta pandemia y avisó al mundo para ponerse en guardia a tiempo? ¡Por favor! Hemos tenido dos meses desde que brotó en China para bloquearnos e impedir que el virus penetrara. La misma OMS, evidentemente protegiendo la economía mundial, banalizó el problema hasta que se vio cercada de virus por todas partes. ¿Es que lo que veíamos de China era una película de ciencia ficción? ¿Cómo somos tan ingenuos? Al igual que hizo China, el único método era cercarse y poner cuarentena a todo el que quisiera entrar en el país y salir de las zonas de peligro. ¿Que es difícil? No debe de serlo tanto cuando ahora se toman esas medidas, pero ya tarde. ¿Que destruyen la economía? Más se va a destruir ahora.

Yo, que no soy Nostradamus, solo un médico de familia, juro que vi venir todo lo que nos pasa desde que el virus saltó en China. Ya entonces, supe que iba a haber una pandemia, y así lo hice saber, para que se tomaran las medidas oportunas antes de que esto sucediese. No me equivoqué en nada. Hasta en la pobreza y el hambre que traerá toda esta pandemia; porque, créanlo, todas estas medidas económicas que están tomando ahora los que nos gobiernan no van a salir de sus bolsillos, sino de los nuestros, a razón de la disminución de salarios y pensiones que vamos a padecer durante decenios. Para mí estaba muy claro todo lo que se avecinaba. Y hemos tenido dos meses desde que vimos a China comenzar a padecerlo para tomar las medidas oportunas y comenzar a implementar los recursos, las camas hospitalarias, los medicamentos, la indumentaria preventiva de contagio, los respiradores automáticos, los kits de diagnóstico, y que no llegáramos al desabastecimiento de todo y a pasar la enfermedad tirado en un jergón de campaña o en tu casa sin apenas atención, como va a pasar. Las pruebas de detección son caras, y no te las hacen así como así. Llamas por teléfono (estás con fiebre y tos y clínica compatible) y te dicen que te quedes en casa, que irán dentro de unos días a hacértela si te pones peor. Ahora mismo ya no las hacen, se da el caso como positivo si tiene clínica compatible. Solamente se hace seguimiento telefónico. Cuando salta un infectado, este ya ha contagiado a varios, a sus familiares y contactos directos. Todo ello hace que las cifras de contagiados que vemos son la punta del iceberg, la realidad habría que multiplicarla por varios dígitos, y ello implica que los muertos que se avecinan, también.

¿Quién va a resarcir a las familias que van a perder a sus seres queridos? ¿Qué dinero puede hacer eso? Yo, como médico, si viendo venir algo que va a perjudicar gravemente a mis pacientes no pongo remedio a tiempo, me cortaría el cuello de la depresión que cogería. No dormiría ni me lo perdonaría nunca. Por ello, no es mi deseo acusar a nadie, pero no me duelen prendas en decir que la inacción irresponsable que han manifestado quienes tenían que haber tomado conciencia y tomado medidas a tiempo es rayana en negligencia criminal y lesa humanidad.

Ahora se acuerdan de los profesionales sanitarios y elevan cánticos de alabanza hacia ellos, cuando siempre fueron denostados y precariamente remunerados por el sistema, además de trabajar muchas más horas que la media sin contraprestación económica digna las más veces. Les juro que, en su boca, me suena a falsedad oportunista. Siempre se acuerda uno de Santa Bárbara cuando truena. Les juro que todo esto, que yo sabía que nos iba a pasar, me produce un llanto inconsolable.

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