Respeto y un mínimo de pudor, señor Mortera

Respeto, en primer lugar. Respeto al derecho a ejercer la crítica sobre la actuación de sus gobernantes que tiene todo ciudadano de un estado democrático, ese derecho que usted ejerció con tanta frecuencia, especialmente durante sus años (1995-2004) de concejal del PSOE en nuestro Ayuntamiento (entre 1991 y 1995 había ocupado dos direcciones generales en el Gobierno socialista del Principado), y del que existe amplio testimonio en las hemerotecas de los periódicos locales.

Estas mismas páginas fueron depositarias de las fuertes críticas que usted dedicó al alcalde Gabino de Lorenzo. Algunas perlas: «…la construcción de una macroinstalación con recursos públicos, destinada al negocio del mundo equino, sólo puede provocar la repulsa y el bochorno». «… Parece ser que una vez más Gesuosa pretende pagar con el dinero de los ovetenses una operación que sólo puede interesar a los jerarcas ovetenses». «La reconstrucción del Fontán –precedida por su vergonzante demolición–… que estas obras se hayan ejecutado además obviando la legalidad constituye una muestra más de los modos de actuación de la empresa municipal». O las ilustrativas y oportunas palabras que siguen: «Cuando el Alcalde no acude nunca a los plenos que convoca, falta al respeto debido a la institución que preside y muestra su nulo interés por gestionar la “cosa pública” en público». Todo esto decía usted, señor Mortera, en su artículo «Lo que nos espera a los ovetenses con Gesuosa» (LA NUEVA ESPAÑA, 13/04/1999).

En otro contexto, llegó a decir que el alcalde Gabino de Lorenzo había «modificado 300 veces el PGOU para beneficiar a sus amigos» y que en Oviedo había «5.000 plazas de garaje sin vender, sin saber a quién iban a beneficiar, excepción hecha a los empresarios de las obras». ¿Y su escrito publicado en estas páginas el 10 de marzo de 2004, víspera del trágico 11-M, acusando a sus compañeros del Grupo Socialista de «sumisión indecorosa» ante el PP? (Siempre pensé que sólo tres días después usted no hubiera dado tal paso; no le habría interesado hacerlo).

Todo lo anterior es sólo una pequeña muestra. Que el lector saque sus conclusiones.

No asistí a los actos organizados por la AMSO y por ASCIZ el martes y el jueves, respectivamente, de la semana pasada, pero conozco lo que se trató en ambos y lo comparto plenamente. Y la comparten muchos votantes del PP, no lo dude. Mire usted, los ciudadanos ovetenses no sólo están perfectamente legitimados para debatir y expresar sus discrepancias –siempre desde la corrección– sobre posibles actuaciones que afecten al paisaje urbano de su ciudad, sino que, en mi opinión, tienen el deber de hacerlo, máxime cuando éstas pueden atentar contra la propia entidad de Oviedo, como sería hacer realidad el actual proyecto puesto en marcha por el alcalde Gabino de Lorenzo.

Con sus escritos y sus desmanes verbales contra el PSOE, usted, señor Mortera, demuestra carecer del más elemental sentido del pudor que toda persona, por el simple hecho de ser persona, debe tener. Es verdad que se encuentra en una difícil tesitura: es rechazado por sus antiguos compañeros y no se siente muy querido en la nueva situación, viéndose obligado a «hacer méritos», más aun cuando está en juego su modus vivendi. Un columnista de este diario, afín al partido que gobierna Oviedo, decía en estas páginas el 8 de agosto de 2008: «Si yo fuera don Gabino, nunca hubiera aceptado que saliera en mi defensa el concejal de Urbanismo. Primero, porque el muy respetable señor Mortera es un antiguo atacante al mismo que ahora defiende, y siempre son sospechosos los fervores de un converso…».

Antes de poner punto final a estas líneas, permítame el lector una referencia a mi persona: soy profesora de Educación Secundaria, profesión que ejerzo desde hace cuarenta años, sólo interrumpidos entre julio de 2000 y junio de 2003 para ocupar un puesto de libre designación en la Consejería de Infraestructuras del Principado de Asturias; fue un breve paréntesis de tres años de intenso trabajo y muy enriquecedor, que me sirvió para conocer la política, con todo lo que tiene de positivo y de negativo, y tras el cual volví a mi plaza de catedrática de Historia. Me gusta mi profesión, la vivo con intensidad y en ella finalizaré mi vida profesional.

Escribí estas líneas preocupada por mi ciudad, entendiendo ésta en su más amplia acepción, lo que incluye exigir respeto y un mínimo de pudor a quienes la gobiernan, petición ésta que entiendo como un legítimo ejercicio de ciudadanía responsable.