El señor Masip delira
Al parecer, el eurodiputado señor Masip oyó campanas en Zaragoza procedentes de Burgos y, aprovechando que el Pisuerga no pasa por Oviedo, acaba de publicar en este periódico un artículo «infumable» –perdón, fumadores– para sumarse a la «procesión» –perdón, feligreses– de la parroquia socialista, convocada para descalificar a todo «bicho viviente» –perdón, candidatos populares– que apunte como competidor electoral, con posibilidades de éxito.
Resultaría muy fácil recordar multitud de anécdotas que retratan el afán desmedido de protagonismo del señor Masip, «virtud» destacada –perdón, virtuosos– en su currículo de personaje público. No merece la pena. Sólo quiero señalar el «vicio» –perdón, viciosos– más evidente que aflora en su artículo del pasado día 15 de mayo, con el encabezamiento de «aquí, Bruselas» –perdón, Oviedo– para entender lo que se esconde en sus líneas: construir desde Vetusta una manipulación de mal gusto.
Para desenmascarar la intención basta un rápido recorrido por la memoria o por la lectura de los periódicos para encontrar frecuentes tropos, como «España invertebrada», «país subdesarrollado», «parálisis en la administración», «gobierno ciego», «portavoz mudo», «ministro sordo», «ejecutivo cojo», «presidente alérgico», «discurso esquizofrénico», «cáncer económico», «hipertrofia autonómica», que nadie en su sano juicio considera ofensivos para personas o grupos de personas concretos que padezcan tal o cual deficiencia. También existe una larguísima tradición en el uso de metáforas personalizadas como los «leones de San Mamés» aplicada a los jugadores del Athletic de Bilbao, o «jabalí del Bierzo» al inolvidable ariete de nuestro Real Oviedo, Marianín, o «jorobu» al quinto gol, que se interpretan y se consideran cariñosas, sin ningún ánimo ofensivo de quien la usa hacia quien se aplica. ¿O no, señor Masip?
Pero el señor Masip va más allá y refina su manipulación. Separa un adjetivo del sustantivo al que califica, de tal forma que, en lugar de la política socialista configuradora de una España hemipléjica, finge que el protagonista del discurso del señor Álvarez-Cascos sobre las infraestructuras es él mismo. ¿Delira desde Bruselas o desde Oviedo? ¡Qué más da! De lo que se trataba era de ganar el concurso de «pelotas» –perdón socialistas– convocado por su partido. Yo le concedo el premio, de momento, al señor Masip. Creo que se lo merece.
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