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La poesía como verdad esencial de la vida

21 de Marzo del 2020 - Celso Peyroux

La palabra. Un día se hizo el verbo y el hombre pudo comunicarse con sus semejantes. “Y por el poder de una palabra / vuelvo a empezar mi vida / he nacido para conocerte / para llamarte: Libertad” (Paul Eluard). La palabra en la hermosa simbiosis del significado y del significante. La palabra humana que se hizo verso, por vez primera, cuando Adán, a la sombra de una palmera, le dijo a nuestra madre mientras cabalgaba sobre sus muslos: “Tú eres amor mío, / carne de mi carne”. Y milenios más tarde, cuando la luz del mundo ya era una amanecida consolidada, ella, coqueta y melosa, la mujer –compañera del hombre– le susurró al oído, en las profundidades de la cueva de Tito Bustillo, lo que pudo haber sido el origen fraterno y la misma senda del verso y la pintura: “Píntame, amor mío, una yegua / con sus crines al viento".

Y más milenios después, cuentan que Fedro –bajo la tutela de Platón y en su diálogo con Sócrates– acertó a escribir sobre la arena de una playa del Egeo los sonidos humanos, bajo forma de signos, con estos versos: "Tal como el lobo al cordero, / ama el amante al mancebo". Había nacido el symploke o la iniciación combinada entre el sonido y el signo. Entre la voz y la palabra.

Desde entonces, la palabra escrita sobre tablillas de cera, papiros y pergaminos con punzones, cálamos y plumas de ave, fue la transmisora de la historia, los acontecimientos y el sonido hecho verso a través de los siglos hasta nuestros días.

SUMARIO: La palabra poética se hace necesaria en estos días con su mensaje profundo, armonioso y solidario

DESTACADO: Intentar definir la poesía es quitarle su encanto y su misterio. Es tanto como desentrañar el arcano de la sonrisa de Mona Lisa

Salomón en el "Cantar de los Cantares", mientras acariciaba la piel de la reina de Saba tendida en una cama le susurraba al oído: "He aquí que eres hermosa. / Tus ojos son como palomas / detrás de tu velo (…) Tus pechos son como dos gacelas...". Cristo, a la samaritana ante el pozo de Jacob en el soliloquio sensual de una mujer y un hombre frente a frente, le dijo: “Te daría a beber el agua de la vida”.

La palabra. La palabra en prosa o la palabra en verso. Pero siempre la palabra. Quien tiene la palabra tiene el poder. La palabra demoledora, justa y acusadora de Emilio Zola, en el "caso Dreyfus" capaz de hacer temblar a toda una nación. La súplica del centurión a Cristo: "Y una palabra tuya bastará para sanarme". Los tres vocablos más bellos de cualquier lengua declamados por Manuel Azaña –presidente que fue de la República española– solicitando benevolencia y generosidad al bando vencedor, nunca oídas ni respetadas cuando España era un mar de sangre y de venganza: “Paz, piedad, perdón”. El verso inolvidable de Blas de Otero pidiendo “la paz y la palabra”. Los versos sonoros y profundos de Neruda: "El hueco de tu forma / guardarán mis palabras / y el que las oiga / un día recibirá una ráfaga / de trigos y amapolas". Ángel González le da al verbo un tacto erótico: "Tardes hay, sin embargo, / en las que manoseo las palabras, / muerdo sus senos y sus piernas ágiles, / les levanto las faldas con mis dedos".

Otros poetas hay que no dudan en poner como título a sus poemarios la palabra al desnudo sin ditirambos, aliteraciones o sintagmas bebidos de un propio verso. Jacques Prevert titula “Palabras” a su libro de poemas más importante y es la palabra el único instrumento con el que pinta el cuadro de un pájaro un día de verano: "Pintar primero una jaula / con una puerta abierta". El propio Ángel González construye un edificio de versos alineando sus paredes con “Palabras sobre palabras” como si fueran adobes o ladrillos: "La cortina impalpable que separa / el sueño de la vida / resucitándome con tu palabra". La palabra profunda, precisa, profusa, preciosa, poderosa, práctica y esencial convertida en verso de la cual Paul Eluard dice... La poesía es la verdad esencial y práctica de la vida. El verso al desnudo y limpio de polvo y de paja como el grano de trigo, luego de ser oreado por los vientos, como aquellos versos y oraciones de un caminante llamado León Felipe: "Aventad las palabras / y si después queda algo todavía, / eso será la poesía". Sobre el uso de la palabra Paul Eluard nos vuelve a decir: “Del lenguaje desagradable que utilizan los charlatanes hagamos una lengua grata, verdadera y común a todos”. Para el poeta las palabras son una realidad viva y llevan consigo un poder creador y una presencia fecunda. Y así las escribe. Le gusta pronunciarlas, oírlas, sentir su belleza, su fuerza, su calor; levantarles las faldas, desnudarlas –como decía Ángel González–. Palabras libres sin rejas ni cadenas que encierran el misterio en su corazón.

Intentar definir la poesía es quitarle su encanto y su misterio. Es tanto como desentrañar el arcano de la sonrisa de Mona Lisa. Dentro de cada ser humano habita un rincón oculto, misterioso, intangible, intocable y sagrado que no sabemos lo que es pero que forma parte de nuestra esencia. Eso, precisamente, es lo que somos. Eso es, sin ir más lejos, la verdad de nuestras vidas.

En estos días de confinamiento solidario que rompen con aquello que nos era cotidiano

la lectura de un poema se hace necesaria. Las puertas de nuestros hogares permanecen cerradas a cal y canto para evitar la bestia. El aburrimiento y el tedio del cura rural de Georges Bernanos nos vendrá a visitar en muchas ocasiones creando conflictos y ansiedad. Tal vez el verso nos ayude a recuperar la armonía perdida y sería la llave de ese espacio sacro que somos cada uno de nosotros.

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