Reciclar: querer y no poder
Motivos laborales me traen a Asturias, a Salas, donde paso buena parte de mi estancia además de en Oviedo.
Un día cualquiera de la semana, un jueves en concreto, me acerco al punto limpio de Salas y la puerta está cerrada.
Observo un horario que es un verdadero insulto al ciudadano. Digo un insulto porque, señores de Cogersa, han puesto unas horas de apertura verdaderamente liantes.
Primeramente, los lunes no abren, parece que el primer día de la semana en esta zona no se recicla, pero tampoco los miércoles y los jueves.
Entonces es cuando nos encontramos un cambalache de horas de apertura y cierre los sábados, los viernes y los martes. Dígame el señor gerente de Cogersa, oriundo de Salas, el motivo. Dígamelo con sensatez.
Allí hay un punto limpio que ha costado más de quinientos setenta mil euros. Un mausoleo al tratamiento de residuos. ¿Para abrirlo tres días? ¿Es eso una buena gestión? Imagino que el señor Santiago Fernández piense como aquella que decía que el dinero público no es de nadie. Vergüenza. Eso es lo que hay que tener.
Mi andadura no acaba aquí, sino empieza.
Me dirijo a Oviedo para reciclar, y allí en el punto limpio una mujer y un hombre y un joven me detienen el vehículo antes de entrar.
Unos genuinos haraganes que quieren todo el carro de chatarras, electrodomésticos y enseres. Una pelea dialéctica para entrar.
¿Quién permite semejante licencia? ¿La Alcaldía de Oviedo? ¿Es Cogersa? Otra imagen vergonzosa que parece natural cuando el empleado del punto limpio dice que son habituales.
Después de analizar todo lo descrito, lo que es habitual es no reciclar y alejarse de los objetivos.
Fácil respuesta de una viceconsejera, Nieves Roqueñí, diciendo en un diario regional que los números eran ambiciosos.
Con los ejemplos anteriores, llegar al 50 por ciento de materia reciclada, nuevo objetivo, es inviable.
Nadie va a dimitir por todo esto, pero la opinión pública debe ser consciente de esta realidad.
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